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JAVIER CAMPOS jcampos@diariolarioja.com
Martes, 8 de octubre 2013, 12:29
«El estado actual del yacimiento arqueológico, y en particular del sistema fortificado y construcciones asociadas, es muy deficiente en lienzos y cubos concretos, e incluso podríamos decir crítico, habiéndose perdido buena parte de los mismos y permaneciendo activo su proceso destructivo». Tal es la consideración final de los últimos trabajos arqueológicos en el monte Cantabria y su entorno de protección, desarrollados durante el 2012 como parte de un proyecto adjudicado en diciembre del 2011 y recibido por el propio Ayuntamiento de Logroño en junio del 2012. Un informe que, más de un año después, no ha visto la luz salvo por su inclusión dentro del número monográfico dedicado al citado enclave por la revista Iberia de la Universidad de La Rioja (UR) el pasado mayo.
El proyecto, llevado a cabo conjuntamente por los arqueólogos e historiadores Sergio Larrauri y Silvia Losantos (Gescultur) dentro del equipo adjudicatario de Cepa, Arquitectura e Ingeniería, concluye que el monte Cantabria, Bien de Interés Cultural desde julio del 2012 tras no pocas ideas y venidas, «necesita con urgencia unas medidas de conservación y mantenimiento que garanticen el futuro del yacimiento». Y es que, a consecuencia de la limpieza llevada a cabo para su documentación fotogramétrica, quedó bien a las claras el «fuerte deterioro y ruina producidos desde los años noventa mediante la comparación en los trabajos de campo actuales y de estudios anteriores, en especial con el proyecto de consolidación del 1997».
Diario LA RIOJA se ponía ayer en contacto con Sergio Larrauri, uno de los autores del informe, y añadía que, a día de hoy, «más que seguir excavando, lo prioritario es conservar y mantener lo que ya hay»: la muralla y una serie de estructuras internas -recinto fortificado medieval de los siglos XII y XIII-, cuyas últimas excavaciones se llevaron a cabo entre finales del 1992 y principios del 1993.
La realidad es que no se ha vuelto a intervenir en el yacimiento hasta la actuación del 2012 -con la caracterización de la zona de presunción arqueológica en la gravera situada al este y noreste del mismo-, habiéndose dejado a la intemperie los restos exhumados sin ningún programa de mantenimiento y conservación. Desde entonces, el abandono, deterioro e incluso pérdida irremisible de los vestigios arqueológicos, así como del entorno, han ido progresivamente en aumento.
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