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2003. 'Vueltas y vueltas' .
EL JARDÍN DE LAS DELICIAS DE SANTA LUCÍA
CULTURA

EL JARDÍN DE LAS DELICIAS DE SANTA LUCÍA

El retorno de Argáiz, Balanza, Cenzano, Navaridas y Rosales a 'Arte en la tierra' al cabo de diez años se convierte en su edición más especial

J. SAINZ jsainz@diariolarioja.com

Domingo, 18 de agosto 2013, 01:26

El Valle de Ocón parece un cuadro amable del Bosco: un paisaje con vivos colores de verano dominado por el pueblo mágico de Santa Lucía, con sus campos recién cosechados y los curiosos personajes que, de agosto en agosto, se mezclan con sus gentes y danzan por el lienzo en una alegre romería de prodigios. En el principio, diez años atrás, fueron cinco amigos; «como un simple juego». Tras sus pasos han ido viniendo hasta cincuenta: creadores de todas partes de dar vida al barro. Y ahora que han vuelto aquéllos primeros, los pródigos, los entusiastas, el valle adquiere un aire de madre complacida y el cuadro, cierto brillo de obra maestra. Su autor, nuestro Hieronymus Bosch, el simpar Félix Reyes, flamenco y canario, contempla feliz su particular jardín de las delicias.

'Arte en la tierra', este retablo viviente que desde el 2003 va incorporando a la memoria de la pequeña pero singular localidad riojana las más diversas intervenciones artísticas en su paisaje, en sus campos y en el pueblo, «ha completado un ciclo» en esta undécima edición con el regreso de sus cinco evangelistas: Carmelo Argáiz, que entonces realizó un trabajo hercúleo de piedras, cemento paja y pintura a campo abierto, se ha recogido en esta ocasión en un espacio interior, una cochera, con 'Flora silvestre. ', una colección de pequeñas esculturas, fotografías y grabados inspirada «en el ser humano y su relación con el medio ambiente». «No tiene nada que ver con aquello, aunque sí la conexión que se siente por dentro».

No muy lejos, Demetrio Navaridas, apóstol de Deméter, rinde culto a la diosa griega y a sus fieles y sabios agricultores con 'Artificio', una obra en dos dimensiones que simula un cubo en tres por el efecto óptico de la perspectiva y las formas geométricas pintadas sobre el terreno con harina, ceniza y una mezcla de ambas. En principio quiso intervenir de nuevo en la gran finca de cereal que se alcanza a ver desde el mirador del pueblo donde hace diez años realizó la ciclópea 'Vueltas y vueltas', pero la cosecha ha venido tardía. La alternativa la encontró justo a sus pies, en la era Las Calzadas, entre los huertos que adornan el caprichoso entramado de edificios y solares de Santa Lucía. «La cuestión era homenajear a los agricultores, que son quienes más saben de la tierra y son al mismo tiempo el mejor símbolo de la naturaleza y su conocimiento».

Saliendo del pueblo enseguida se llega a la finca Aguamanar, de hermoso nombre y hermosas vistas. Allí, cerca de donde aquella primera vez instaló sus metafísicos 'Bocadillos de paja', José Carlos Balanza ha trazado ahora su no menos conceptual 'Dibujo de 437.177 centímetros': tres troncos de chopos caídos y vueltos a hincar, entrelazados por casi cinco kilómetros de hilo de paja que durante la semana ha confeccionado con la ayuda minuciosa de los vecinos. «Esto es lo más impresionante: cómo nos ha acogido la gente y cómo se ha volcado en participar».

Carretera abajo, la chopera de la ermita del Carmen acoge la 'Danza de la luz' de Óscar Cenzano, tres cúpulas suspendidas entre los árboles y rematadas por sendas figuras que parecen bailar en el aire, entre el sol y la sombra, mecidas por el viento y jugando con la luz como una vidriera. Las esculturas, realizadas con resina y materiales naturales, «representan a damas oferentes que devuelven a la naturaleza lo que la naturaleza nos da, un tema más romántico» que el minotauro con el que en la primera edición representó las labores del campo y el mimetismo entre hombre y bestia.

Para terminar, el paseo enfila el camino de la loma. Carlos Rosales quería volver a las encinas donde la otra vez erigió su altar pagano, pero ha tenido que quedarse en un barbecho próximo llamado Las Planas, una parcela casi alineada con la meseta distante que se otea en dirección contraria, hacia el norte. De aquella 'Ara' viene este 'Oro', un almendro seco -quizás -, desarraigado de otra finca cercana, pintado de color dorado y yacente sobre la tierra. «Como una joya o como algo sagrado. La naturaleza es una de esas cosas sagradas. Al igual que la naturaleza, las personas también tenemos ciclos, y volver al mismo lugar al cabo de estos años era una oportunidad para reflexionar sobre ello, sobre el efecto del paso del tiempo y el espacio».

Con ese árbol caído soñando que recobra savia nueva se completa este retablo de pequeñas maravillas, enormes minucias, que es 'Arte en la tierra'. Una vivencia pasajera pero memorable, un milagro que se obró como por ensalmo y ha perdurado contra viento y marea. Se completa, pero no se termina. Como en los versos de Moritz, el paisaje entero, con tan sugerentes imágenes y extraordinarios personajes, es la obra de Reyes, su jardín de las delicias, su tríptico de la gloria. A los seis y a todo Santa Lucía les queda aún una tercera escena por pintar; dentro de otros diez años.

Finalización de una obra en 'Arte en la tierra', hace diez años. :: J. MARÍN

Inauguración de 'Arte en la tierra', ayer en Santa Lucía de Ocón. :: S. TERCERO

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