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PABLO GARCÍA-MANCHA
Jueves, 1 de diciembre 2011, 01:44
Últimamente ando bastante confundido con la naturaleza humana, con las estupideces que somos capaces de cometer sin necesidad ninguna y a sabiendas de que al final nos van a pillar con las manos en la masa o en la caja de caudales de una fundación, de un gobierno autonómico o de un ayuntamiento (incluso en los tres a la vez), tal y como parece que le ha sucedido a Iñaki Urdangarín, el rubio, apuesto y creativo esposo de la Infanta Elena, convertido ahora además en el duque de Palma... Arena. Iñaki, exjugador de balonmano del Barcelona y de la Selección Española, hijo de un jelkide banquero/cajero del PNV, alto, delgado, guapo, rico, listo... lo tiene todo en la vida. Pero el éxito parece confundir a unos tipos que se creen que son como los James Bond de la pasta: el mundo nunca es suficiente para ellos, toda fama es poca y los euros, como los del Tío Gilito, sirven para contarlos mientras se acumulan a sus pies en sinuosas colinas de monedas. Me pregunto qué necesidad tenía de más pasta gansa. Me pregunto para qué diablos sirve el CNI y sus espías si no son capaces de controlar las maniobras de un miembro de la Casa Real que utiliza a su esposa como gancho para que piquen alcaldes, concejales y consejeros, que de todo ha habido. Mal rollo me da la historia del duque de Palma/Arena al que han tenido que 'confinar' lejos de España (creo que en Washington) para que no siguiera exponiéndose demasiado merced a sus hazañas al frente del Instituto «sin ánimo de lucro» Noós (es decir, inteligencia en Griego). Sin embargo, parece que Iñaki de Noós se ha pasado de frenada y de listo, y lo que es peor, ha embarcado a la Casa del Rey y al Rey mismo en un túnel negro como la noche. ¿Cómo saldrán de semejante atolladero?
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