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M. FÉLEZ
Lunes, 24 de enero 2011, 09:07
Tras un fin de semana intenso que incluyó sesiones de baile, juegos para los más pequeños y diferentes degustaciones desde el miércoles, no hubo mejor forma de concluir las fiestas patronales de Corera, en honor a san Sebastián, que con la tradicional pringada que desde hace ocho años organiza el municipio riojabajeño en las inmediaciones de su trujal gracias a la cooperativa olivarera. Una tradición que viene celebrándose en diferentes municipios riojanos a lo largo de los fines de semana de enero no sólo como reclamo turístico, sino también para celebrar la buena cosecha y la importancia adquirida de este producto en nuestra comunidad.
Así, con una mañana que rozaba los dos grados positivos pero en la que el sol conseguía templar la sensación térmica, desde antes de las once de la mañana ya estaba todo preparado para comenzar a degustar el delicioso manjar, y algunos aprovecharon esa primera hora para desayunar pan con aceite y (sal, azúcar o ajo, a elegir), un buen puñado de champiñones donados por los productores del municipio, regado todo con un trago de vino también de la zona.
A lo largo de la mañana, todo el mundo en el solar cercano al trujal tenía algo que hacer. Mientras los hombres horneaban cuidadosamente el pan, las mujeres iban untándolo en aceite conforme se iban acercando los comensales en una mañana que se alargó casi hasta las dos de la tarde y por la que pasaron más de 500 personas y se repartieron alrededor de 2.000 raciones.
Un trujal singular
Y mientras todo el mundo iba degustando el tradicional plato, Pablo Romo, presidente de la cooperativa se encargaba de mostrar a los más curiosos el funcionamiento del trujal del municipio; el único trujal con molino italiano que se encuentra en funcionamiento en toda La Rioja y por el que este año han pasado 103.000 kilos de oliva de los 55 socios que pertenecen a él.
Así, Romo iba explicando que «el proceso que realiza la almazara de Corera es totalmente tradicional, y el prensado es en frío, aquí el calor no se utiliza para nada. Además no se mezclan las olivas, cada uno trae las suyas y hace su aceite».
Desde 1949, cuando fue creado este trujal, pocos han sido los cambios que ha sufrido. «La báscula ahora la tenemos electrónica y los infiernos donde se depositan los restos sobrantes son de acero inoxidable», comenta el propio Pablo Romo.
Por lo demás, el proceso es el mismo que hace más de 70 años y mantiene la batidora tipo italiana que consta de dos piedras paralelas que son las encargadas de machacar el fruto.
El rendimiento de este año ha sido algo más bajo que en otras ocasiones y ha rondado el 22% mientras que en años anteriores había llegado hasta el 26%, «pero esto ha sido algo habitual en todos los trujales de la comunidad», finalizaba Romo.
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