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PABLO GARCÍA-MANCHA PABLO GARCÍA MANCHA
Martes, 14 de diciembre 2010, 01:33
Enrique Morente falleció ayer a los 67 años en una clínica madrileña después de varios días debatiéndose entre la vida y la muerte tras complicarse una operación de carácter rutinario. Desde hace varias jornadas se venía especulando con la gravedad del estado del cantaor y ayer, tras confirmarse en primera instancia su muerte cerebral, la propia familia emitió un comunicado para hacer oficial la desaparición del artista: «Hoy, lunes 13 de diciembre, pasadas las 17 horas, Enrique Morente ha fallecido.
Después de varios días de denodada lucha contra la muerte, Enrique Morente, un creador único y una persona maravillosa, deja un enorme vacío en nuestros corazones y en el de la música, a los que se dedicó por entero y con entrega a lo largo de toda su vida».
La muerte le ha sobrevenido a Enrique Morente sin previo aviso, ingresado por un problema aparentemente menor, su situación ha ido deteriorándose día a día después de complicarse sendas intervenciones en el estómago y el esófago. Las crónicas revelaron que antes de entrar en coma tuvo su último momento de lucidez tras cantarle su hija Estrella al oído. A partir de ese momento no se supo más del cantaor flamenco más increíble, decisivo e innovador de las últimas décadas del arte más jondo.
Y es que glosar la figura de Enrique Morente (Granada, 1942) es un ejercicio casi imposible por la importancia de su trayectoria y por el legado gigantesco de una obra tan clásica como rompedora y ecléctica. Morente ha sido un caso excepcional en la música española por la indómita inquietud que ha marcado su devenir desde que en 1967 grabara su primer disco con la guitarra de Félix de Utrera.
Con él empezó a sobresalir -dentro del clasicismo más resuelto- por su impronta personal y por un repertorio que no era moneda de cambio en ese momento, ya que desde los inicios de su carrera tuvo una especial sensibilidad hacia poetas como Miguel Hernández, Nicolás Guillén, José Bergamín, Manuel Machado, Pedro Garfías, María Zambrano y su Federico García Lorca, al que ha dedicado varios discos y con el que estableció una hondísima relación de fraternidad artística.
Quizás una de las obras más demoledoras de Enrique Morente sea 'Omega', estrenada en Logroño en el festival Actual de 1997, en un concierto conmovedor y sufrido donde puso sobre el escenario un juego de ida y vuelta gracias al sonido de acero de Lagartija Nick y a la música basada en el poeta granadino mecido por el alma judía del canadiense Leonard Cohen.
Enrique Morente, como un día me desveló uno de sus productores del alma, Antonio Benamargo, con el que hizo uno de sus mejores discos 'Negra si tú supieras', «poseía el inmenso don de sonar viejo y nuevo a la vez». Era capaz de transitar la soleá de Alcalá, de volverse loco con Pepe el de la Matrona o rebuscar en el sonido de la guitarra de Manolo el de Huelva. Y después beber los vientos con la batería de Max Roach, la germánica Ute Lemper, Pat Metheny, Cheb Khaled o Sonic Youth, que sólo son un botón de muestra de los diferentes estilos musicales con los que ha llevado su garganta de seise de la catedral de Granada, que fue donde dio sus primeros pasos en la música.
Uno de sus discos cruciales es 'Homenaje a Don Antonio Chacón', de 1977, con el que hizo una relectura nueva de los estilos de un cantaor un tanto olvidado en ese momento pero vital para comprender la evolución y la propia esencia del cante jondo. Ese mismo año grabó 'Despegando', que se situaba en la órbita contraria pero complementaria por su estilo un paso más allá de la renovación. Morente también se atrevió con 'Alegro Soleá y Fantasía de Cante Jondo' (1995) con Antonio Robledo y la orquesta Sinfónica de Europa en lo que en su día fue un ejercicio sin precedentes.
Su relación única con La Rioja
Morente ha actuado en muchas ocasiones en La Rioja, especialmente en el Teatro Bretón, donde ha dejado noches memorables de la mano de guitarristas como Pepe Habichuela, Niño Josele o Rafael Riqueni, con el que vino en su última actuación, que data del cinco de abril del 2006.
Admiraba profundamente a Pepe Blanco: «Me hubiera gustado mucho conocerle porque todas las referencias que tengo sobre él me indican que era un cantante al que le gustaba mucho el flamenco.
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