Una máquina demoledora se encargó, en pocos minutos, de acabar con la tradicional fachada de la estación de ferrocarriles ante la mirada sorprendida de muchos vecinos. :: J. MARÍN / A. IGLESIAS
LOGROÑO

La piqueta le da el último viaje a la estación

Las obras de demolición comenzaron ayer ante la sorpresa e indignación de numerosos vecinos

V. SOTO

Martes, 10 de agosto 2010, 10:02

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En Logroño, agosto es sinónimo de piqueta. Ese mes de canícula, vacaciones cuanto más lejos mejor, moscas y tedio sirve de marco para emprender derribos más o menos polémicos. De sobra lo saben Maristas, el Servicio Doméstico o la Casa del Guarda. Desde ayer, la estación de trenes que en 1958 inaugurase Jorge Vigón, ministro de Obras Públicas con Franco, también lleva camino de ser un solar temporal más de los que pueblan la ciudad.

Tres largos años de polémicas, dimes, diretes, reproches, verdades y mentiras acabaron ayer minutos antes de las nueve de la mañana. Una enorme pinza metálica, bocado a bocado, devoraba en minutos un edificio muy unido a la historia de los logroñeses. Una de las puertas de entrada y salida de la ciudad se cerraba entre nubes de polvo y la mirada sorprendida y atenta de decenas de logroñeses que, por azar o nostalgia, se acercaron a comprobar la genuflexión final de la estación.

Vacía ya de los elementos a proteger, como su murales, el trabajo de demolición avanzó a ritmos sorprendentes y sin parones. «¡Con lo difícil que es levantar un edificio y lo fácil que resulta tirarlo!», exclamaba un jubilado atento a la máquina de demolición.

Pocos de los presentes se mostraban favorables al derribo. «La antigüedad es la antigüedad y habría que respetarla. Ahora construyen todo igual. Esta estación tenía su personalidad y me gustaba», sentenciaba otro veterano logroñés. «Con la actual crisis económica, sería mejor haberla mantenido. Por ejemplo, se podía haber habilitado para albergue o algo así. Pero no, construyen una nueva provisional, tiran la actual, tirarán la nueva y edificarán otra. No hay quien lo entienda», añadía otro ciudadano.

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Pero todo tiene su explicación, aunque pueda resultar complicada. El soterramiento de las vías lleva aparejada la reurbanización de ese espacio (el denominado PERI Ferrocarril) y ésta, mediante un concurso, recayó en una idea de los arquitectos Ábalos y Herreros. Las altas torres de cristal y un gran parque sustituirán en unos años al viejo espacio ferroviario, sus hangares y a la estación, con esa fachada color vino plagada de referencias a la vid y la uva.

En esta ocasión no había sitio para la antigüedad ni para la nostalgia, como llegó a dictaminar el Colegio de Arquitectos de La Rioja, que aseguró que no era necesario mantener la estación. Sin embargo, las intenciones de algunos políticos se alinearon con el deseo de muchos ciudadanos, hartos de los derribos en Logroño, y cristalizaron en la promesa de conservación del edificio.

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Sin embargo ayer se constató que ya no puede haber vuelta atrás y que la estación sólo quedará en el recuerdo. El Ayuntamiento de la capital prevé que los trabajos de demolición se prolonguen cinco días más. Después, otros quince días de desescombro y, posteriormente, el vaciado del túnel ferroviario. Y punto. Ayer, la piqueta supuso el último viaje de una historia de 51 años.

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