Asedio de público en la recreación
La escenificación del sitio logroñés marca otro récord de asistencia
JAVIER CAMPOS
Jueves, 10 de junio 2010, 10:39
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Los libros dicen que el asedio fue francés, pero en esa especie de reescritura de la historia en la que se han convertido las fiestas de San Bernabé el cerco lo protagoniza la calle. La recreación del sitio de Logroño marcó ayer un nuevo récord de asistencia de público que, si el tiempo no lo impide, será batido hoy.
La representación de lo acontecido en junio de 1521 -la Fragua de Vulcano lleva la voz cantante pero perfectamente flanqueados por los ya denominados como Voluntarios de Logroño y el Club de Tiro- adquiere mayor teatralidad con el paso de las ediciones y se gana el favor mayoritario de un público de lo más variopinto.
Familias con hijos, parejas de jóvenes, cuadrillas de jubilados o pandillas de adolescentes deseosas de aprovechar cualquier excusa para echarse a la calle recordaron que Salou y Cambrils queda cada vez más lejos de Logroño, al menos entre el 8 y el 13 de junio.
El viaje que ahora se lleva durante la festividad del Patrón parece ser al Renacimiento y ahí está la historia para reforzar la moda de que no hacen falta tantas maletas. Ayer se vivió la primera de las tres recreaciones del duro asedio al que sometieron Francisco I y las tropas francesas a toda una ciudad y sus habitantes con las murallas y el cubo del Revellín como escenario principal.
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Toda la ciudad... o casi
Créanme si les digo que allí estaba toda la ciudad... o casi. El desfile inicial a la batalla vino a confirmar la realidad: la puesta en escena del sitio de Logroño, amén de 'cuasi-tradición', ya es todo un éxito... uno de los hitos de la semana festiva bernabea que, como tal, tiene la respuesta ciudadana asegurada de antemano.
La historia nos cuenta que un 11 de junio el general galo Asparrot levantó el sitio al conocer que 20.000 hombres bien armados y capitaneados por Antonio Manrique, duque de Nájera y virrey de Navarra, llegaban para socorrer la plaza. «Partió el francés hacia los Pirineos muy presuroso y escamado, pues no sabía cómo habían resistido los logroñeses: resulta que le habían burlado alimentándose de los peces que pescaban secretamente en el Ebro, saliendo al río por la noche a través de los calados de las viejas bodegas que todavía hoy existen junto a la orilla», me añade un perfecto conocedor de la hazaña.
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Con tales precedentes, no es de extrañar que, visto lo de ayer, la recreación de tan heroica resistencia se haya situado a la altura de la procesión de los 'banderazos' y del reparto del pez, el pan y el vino.
Si ya entonces por su valor y astucia el emperador Carlos V concedió a la 'muy noble y leal' ciudad el privilegio de adornar sus armas con el escudo en el que aparece el Ebro y la flor de lis, a día de hoy, cabría reconocer el acierto de las autoridades municipales de potenciar unas fiestas que se empezaron a ganar hace dos años en la calle.
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Al grito de ¡Viva Logroño! y ¡Muerte a los franceses!, artilleros, piqueros y pueblo llano, ataviados con trajes de época, arremetieron contra las tropas francesas para deleite de un entregado público que, esquivando a la propia historia, aplaudió a unos y otros al final.
Y siguiendo con el mismo guiño, franceses y castellanos, hombres de armas y gentes de paz, desfilaron juntos adentrándose en un Casco Antiguo propio de los días de fiestas en el que logroñeses y visitantes, tal y como comienza a ser costumbre, resucitan cada primeros de junio el asedio... el asedio de las calles de una ciudad volcada con sus nuevas tradiciones.
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