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Coches arrumbados en Alcanar (Tarragona) por la fuerza de la lluvia torrencial.

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Coches arrumbados en Alcanar (Tarragona) por la fuerza de la lluvia torrencial. QUIQUE GARCÍA / EFE

El temporal pierde fuerza después de dejar un rastro de destrucción

Castilla-La Mancha pide la declaración de zona catastrófica y Cataluña se compromete a compensar a los damnificados

a. paniagua | j. v. muñoz

Madrid/Toledo

Jueves, 2 de septiembre 2021, 19:54

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Después de la tormenta no vino la calma, sino que llegó la hora de hacer recuento de los daños causados por el temporal. El paisaje dejado por la gota fría en las zonas más afectadas de la Península es devastador: barro, viviendas inundadas y coches y muebles inservibles arrumbados en las calles. Un día después del paso de la depresión aislada en niveles altos (DANA) por media España, el aguacero prosiguió este jueves, si bien mañana las lluvias tienden a estabilizarse. La imprudencia también causó estragos. Dos turistas alemanas de 23 y 25 años que se bañaban en aguas de Cala Mandia, en el municipio mallorquín de Manacor, perecieron ahogadas cuando se adentraron en el mar revuelto.

El temporal se desplazó hoy hacia el este y dejó su huella en la provincia de Murcia. En Águilas un torrente se abrió paso entre ramblas y calles, donde trombas de agua descargaron hasta 25 litros por metro cuadrado. El concejal de seguridad, Tomás Consentino, confesó que las precipitaciones les pillaron desprevenidos.

La rebelión climática está dejando datos sorprendentes. Según la Agencia Estatal de Meteorología, 41.000 rayos cayeron el miércoles en España.

Tantos son los perjuicios ocasionadas por la dana en Cataluña que la Generalitat estudia pedir la declaración de zona catastrófica. El presidente del Govern, Pere Aragonès, aseguró que la Administración autonómica aportará ayudas allí donde no lleguen las indemnizaciones de las aseguradoras. Los servicios de protección civil de la Generalitat notificaron que 77 personas tuvieron que ser evacuadas en Alcanar (Tarragona), donde cayeron en solo tres horas 252 litros por metro cuadrado, más de la mitad de las precipitaciones habituales que reciben en un año.

El presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, ya tiene decidido pedir la ayuda de emergencia al Estado. Pueblos toledanos como Argés, Cobisa, Guadamur y Polán aún hacen balance de los bienes echados a perder. La ruina de buena parte del mobiliario urbano saltaba a la vista. Llevará días reparar la red de abastecimiento de agua potable y multitud de viviendas anegadas por el lodo. En Cobisa, agentes de la Guardia Civil improvisaron una cadena humana para rescatar a dos ancianas. La operación no estuvo exenta de peligro, por cuanto los miembros del instituto armado tuvieron que sujetarse con cuerdas para no ser arrastrados por la corriente.

«¡Socorro, socorro!»

Mario Rodríguez jamás olvidará lo ocurrido. Grabó con su teléfono móvil el momento en que el agua derribaba el muro perimetral de su chalet e inundaba la vivienda, vídeo que se hizo viral en las redes sociales. Su angustia y sus gritos de «¡socorro, socorro!» han estremecido al país. «Tuvimos que bucear entre muebles. Casi nos ahogamos. El agua me llegó hasta la cabeza y por suerte rompió una puerta, con lo que salió de la casa. Pensaba que todo estaba siendo un sueño, me quedé en 'shock', aún no me lo creo», apuntaba Rodríguez, que superó el trance sano y salvo junto a su madre y su hermano pequeño.

El desastre hizo trizas las ilusiones de muchos valencianos que vieron cómo el aguacero destruía algunos de los 'ninots' y deterioraba gravemente figuras levantadas con motivo de las Fallas, unas fiestas que habían sido aplazadas de marzo a septiembre a causa de la pandemia.

El miércoles por la noche, cuando los artistas daban los últimos retoques a sus obras, irrumpió con fuerza el viento y las precipitaciones. La lluvia no daba tregua y casi obligó a suspender la 'plantà', el acto de alzar una falla. Fue una noche larga. Los artesanos miraban al cielo temerosos de que su trabajo se desmoronara en cualquier momento. Y es que las piezas absorbían el agua, lo que las hacía pesar más de la cuenta, poniendo en riesgo su estabilidad. La falla de El Charco de Catarroja se desplomó por el viento y sepultó a un operario que tuvo que ser hospitalizado. Está fuera de peligro.

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