Borrar
Vacuna de AstraZeneca. EFE
AstraZeneca, la vacuna convertida en culebrón

AstraZeneca, la vacuna convertida en culebrón

La profilaxis que estaba llamada a dar el empujón definitivo a la inmunidad se ha convertido en un quebradero de cabeza para Sanidad

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Sábado, 10 de abril 2021, 18:15

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Cuando en agosto la Comisión Europea cerró un contrato con AstraZeneca para comprar 300 millones de dosis de su vacuna, en el Ministerio de Sanidad lo celebraron casi con champán. En el Gobierno insistían en que ese nuevo contrato garantizaba viales suficientes para inmunizar en los primeros meses de 2021 a 15 millones de personas. El aparente cuento de hadas siguió intacto hasta principios de este año, con Pfizer ya inoculándose.

Los estudios avalaban la eficacia del antídoto anglosueco y la Agencia Europea del Medicamento (EMA) anunciaba que el 29 de enero iba a dar luz verde a su comercialización. Pero aquellas noticias eran el canto del cisne. La magia de AstraZeneca se iba a convertir en un culebrón en el que durante los últimos dos meses y medio ha pasado de todo, con suspense, giros inesperados, promesas rotas e, incluso, 'spoilers'.

El serial comenzó a emitirse en la víspera de que la EMA diera su OK a la fórmula cuando AstraZeneca anunció que no sabía cuántos viales ni cuándo podía suministrarlos a la UE. Había empezado la guerra de las vacunas con la comisión. Con esta incertidumbre el regulador europeo, y a pesar de que el laboratorio no había realizado ensayos suficientes sobre personas mayores de 65 ni sobre menores de edad, decidió dar su visto bueno. «París bien vale una misa», admitieron entonces en Sanidad, donde volvieron a respirar algo más aliviados cuando el ejecutivo comunitario selló una tregua, que incluía la promesa de que AstraZeneca entregaría 40 millones de dosis a la UE, la mitad de lo acordado.

El 5 de febrero, Sanidad aprobó el uso de la profilaxis de Oxford en España, pero esa vacuna ya no era la panacea. La Comisión de Salud pública solo autorizó su uso para las personas entre 18 y 55 años. Las lagunas en los ensayos entre los más mayores y los más jóvenes eran demasiadas.

Cuando el 8 de febrero se empezaron a repartir entre las comunidades las primeras 196.800 dosis del compuesto, la euforia inicial se había tornado en desazón. Para más inri, horas antes, el Gobierno de Sudáfrica anunció que suspendía la inoculación por la falta de eficacia para neutralizar la variante de aquel país. Sanidad, mientras, se limitaban a recetar paracetamol a los miles de policías y profesores que estaban siendo pinchados y que presentaban incómodos efectos secundarios.

Cinco millones, 30 casos

Y llegó el 'prime time' de este folletín. El 11 de marzo, Dinamarca desató el pánico al suspender de inmediato la vacunación tras detectar varios casos de «graves trombos». En cuestión de horas varios países europeos también paralizaron las inocuaciones. La EMA reaccionó de inmediato ese mismo día: la vacuna era segura y no había indicios de que tuviera relación con las embolias. Según la EMA, tras cinco millones de inoculaciones solo se había producido 30 episodios de trombos

En plena polémica por su seguridad, el 12 de marzo, el laboratorio anunció un nuevo recorte en su suministro. En cualquier otra circunstancia hubiera sido un escándalo, pero la noticia fue opacada de inmediato por el gran momento cumbre de la temporada: la crisis provocada por las decenas de trombos que llevaron a España y a otros países de la UE a frenar el 15 de marzo de manera instantánea la vacunación. Parecía que el daño era irreparable, pero el 24 de marzo Sanidad y comunidades reactivaron los pinchazos. Es más, ampliaron hasta los 65 su inoculación.

Mientras los Carabinieri italianos en una operación rocambolesca intervenían 29 millones de dosis escondidas al sur de Roma, el 22 de marzo AstraZeneca trataba de calmar los ánimos con un estudio que elevaba su eficacia al 79% tras haber sido, ahora sí, testada en mayores de 65. La calma duró horas. El Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAD) de Estados Unidos revelaba que ese análisis estaba «desfasado» y era «incompleto». Y 'donde dije digo'… el 25 de marzo el laboratorio bajaba de golpe tres puntos su efectividad al 76%, tras revisar el estudio.

Pero ya para entonces la efectividad era lo de menos entre las decenas de millones de europeos enganchados a las novedades diarias de la telenovela. La cascada de trombos entre vacunados había desatado el pánico. El pasado martes, el mismo día que la propia AstraZeneca decidió pausar sus ensayos entre niños a cuenta de las embolias entre mayores en el Reino Unido, un indiscreto alto funcionario de la EMA se hacía un 'spoiler' en toda regla y reconocía los «vínculos» entre la vacuna y las embolias antes de que el regulador hablara oficialmente.

Y llegó el miércoles. Y pasó de todo. La EMA, efectivamente, certificó esos «vínculos» tras estudiar 228 episodios de embolias (169 cerebrales y 59 abdominales) entre vacunados, sobre todo mujeres menores de 55 años. Pero el regulador siguió animando a Europa a seguir vacunado a cualquier mayor de 18. Sin embargo, Sanidad dio otro nuevo golpe de efecto y convenció a las autonomías en una reunión nocturna para frenar la inoculación por debajo de los 60. La decisión provocaba un terremoto en España y la desazón entre los más de 2 millones de trabajadores esenciales que habían recibido la primera dosis y que ahora se quedaban en un limbo legal que todavía Sanidad no ha resuelto.

La ceremonia de la confusión parecía haber llegado a su culmen con el suspense de tener a centenares de miles de profesores y policías sin saber qué va a ser de ellos, pero como todo buen culebrón faltaba el último golpe de efecto. El jueves, solo 24 horas después de limitar hasta los 60 las inoculaciones, Sanidad elevó el listón hasta los 69 en el último episodio, por el momento, de esta vacuna convertida en teleserie.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios