Ana Velasco
En 'Historiones de la moda', la autora recorre el vínculo entre indumentaria y sociedad a lo largo del tiempo
La historia se cose con hilo y aguja tanto como con pluma y papel», escribe Ana Velasco en el prólogo de 'Historiones de la moda' ( ... GeoPlaneta). A partir de esa afirmación, esta periodista e historiadora, fascinada por la moda desde niña («en mi casa había muchísimas revistas de moda, y recuerdo jugar con ellas antes de saber leer»), arroja una visión reveladora sobre cómo la ropa ha sido testigo y protagonista de grandes cambios sociales: desde el forro naranja de la 'bomber', ideado para facilitar el rescate de los pilotos de avión, hasta las boinas y su paso del campo a la revolución, cada prenda tiene una intrahistoria y un significado que Velasco expone con humor, anécdotas y rigor.
–¿Cómo nos vestimos para el vermú del domingo?
–Antes estaba la costumbre de endomingarse, algo que se consideraba como una muestra de arribismo porque lo hacía gente trabajadora que solamente se arreglaba el domingo. Ahora vivimos en una sociedad más democrática, y el domingo es para nosotros y para la familia, por lo que solemos estar más cerca de la comodidad. Todavía permanece lo de arreglarse, pero ya no hay estigma.
–La evolución de la moda también refleja la liberación de la mujer, ¿no?
—Aquí hay algo muy paradójico. Por un lado, la moda ha mantenido a la mujer en una esfera muy tradicional durante mucho tiempo: tenía que estar presentable, atraer a un marido, cuidar de la casa y ser un poco el termómetro del buen hacer de la familia. Pero también ha sido justo lo contrario al permitir a la mujer llegar a unas esferas que parecían inalcanzables: pensemos en la minifalda, en el fin del corsé, en el pelo más corto, en los pantalones, en el bikini… todo eso es una reivindicación de las mujeres en sí mismas, de su identidad. Pero la liberación no vino solo por la ropa, sino también por la moda: el nacimiento de los grandes almacenes en el siglo XIX permite que las mujeres tengan un sitio donde divertirse en un momento en el que no podían salir solas.
–Menos mal que desapareció el corsé.
–Porque en el momento en el que en la Primera Guerra Mundial las mujeres se ocupan de los trabajos físicos en las fábricas y, además, demandan el voto y tener participación política, se ve que esa ropa heredada del pasado no tiene sentido y desaparece. La explicación para que una prenda permanezca o desaparezca es su importancia en reflejar tanto la mentalidad de la época como el devenir sociopolítico de los estados.
–Mucha ropa tiene origen militar.
–Claro. Siempre pensamos en la moda en femenino, pero deberíamos hacerlo en masculino y en relación con la guerra, no con lo frívolo, porque era normalmente en el campo militar donde surgían las innovaciones en la indumentaria. Por ejemplo, la 'bomber'. ¿Por qué llega? Pues porque llega el avión y tú no te puedes meter a pilotar con un abrigo largo o una capa, necesitas una ropa cortita y ajustada. O las gafas de sol, que nacen porque los pilotos necesitan protegerse los ojos. O, si vamos más atrás, los hombres son los primeros en usar tacones para asegurar bien el pie en el estribo.
–¿Qué prenda ha supuesto una mayor revolución social?
–Podemos decir el bikini o la minifalda, pero creo que ha sido más importante el pantalón, tanto para hombres como para mujeres. El pantalón para hombres viene de los 'sans-culottes'. Para las mujeres fue muy difícil adoptar los pantalones, pero cuando lo consiguen supone la plasmación de que se vive en una sociedad mucho más igualitaria.
–¿La moda es cíclica?
–Sí, y eso es por la influencia de la Segunda Guerra Mundial, que es brutal. Desde 1945 estamos atrapados en un bucle de retomar cosas de los 40, los 50, los 60… hasta los 2000, que se vuelven a llevar ahora. Vivimos en una sociedad tan democrática y que ya lleva una ropa tan cómoda y útil para lo que hacemos que es difícil crear prendas nuevas, así que se hacen versiones.
–¿Compramos demasiada ropa?
—Efectivamente. Fíjate que la industria de la moda es la tercera más contaminante del mundo, y eso por no hablar del trabajo esclavo, porque cualquier costura, aunque la cosa una máquina, necesita una persona controlando esa máquina. Pero no somos conscientes de eso, y compramos ropa a unos precios realmente bajísimos, lo que fomenta más el consumo. Es una ropa sin calidad, cuando antes había una cultura de ahorrar para comprar ropa buena. Ahora eso no se valora.
–¿Qué prenda rescataría del pasado?
–El mantón de Manila. Afortunadamente, estamos viéndolo un poco más en bodas. Además, tiene una historia preciosa: se llama así porque venía en el galeón de Filipinas, pero originariamente es chino, y también tiene una parte mexicana y otra que conecta con la India.
–¿Cómo ve el futuro de la moda?
–Es difícil que haya prendas nuevas porque el cuerpo humano es el que es y no parece que vayamos a perder los brazos o las piernas en los próximos años, pero sí habrá tejidos con más cualidades, sobre todo tecnológicas.
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