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Europa pone rostro a la igualdad

Francisco Fonseca y fernando garcía monzón

Martes, 4 de diciembre 2018

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Este lunes se ha celebrado el día internacional de las personas con discapacidad. Para algunos conciudadanos es una fecha importante, para otros no deja de ser más que un día dedicado a un grupo específico de personas que viven con más límites que el resto. Sin embargo, la mera conmemoración de la fecha refleja las diferencias existentes entre unos ciudadanos respecto de otros, llegando en casos de discapacidad severa a situaciones de verdadera exclusión social.

La Unión Europea es consciente y sensible a este sector de población más desfavorecido, formado por más de 70 millones de personas mayores de 15 años con algún tipo de discapacidad, de las cuales, más del 6,5 millones están en España. No hace falta decir que, para ellas, cualquier actividad de la vida supone un plus respecto al resto de ciudadanos lo que, en definitiva, dificulta su participación activa en todos los aspectos de la sociedad.

La Carta de los Derechos Fundamentales de la EU reconoce el derecho de las personas con discapacidad a integrarse en la sociedad y prohíbe cualquier tipo de discriminación por este motivo. En esta línea, la Comisión Europea ha adoptado una estrategia global en materia de discapacidad para los años 2010-2020, con el objetivo general de capacitar a estas personas para que puedan disfrutar plenamente de sus derechos, participando en la sociedad y en la economía de sus países.

Se han producido algunos progresos y esta estrategia, así como las iniciativas adoptadas, han contribuido a mejorar la situación de las personas con discapacidad en la UE. Sin embargo, siguen existiendo desafíos y queda mucho por hacer, ya que para que su inclusión sea efectiva se requiere un esfuerzo constante tanto a nivel institucional como administrativo. Una sociedad moderna no puede considerarse como tal si parte de sus miembros no están totalmente integrados en igualdad de condiciones, debiendo esforzarse por evitar cualquier forma de exclusión.

Un ejemplo reciente que ilustra lo dicho, lo tenemos con el programa DiscoverEU. Se trata de un concurso que la Comisión Europea ha puesto en marcha este año 2018 sorteando 15.000 billetes «Interrail» a jóvenes europeos de 18 años para conocer la realidad y diversidad de Europa viajando en tren por ella.

El azar quiso que uno de los afortunados fuese Javier, un joven español con una discapacidad motórica severa (97%), baja visión (afiliado ONCE) y reconocida la ayuda de tercera persona permanente. Aunque su afección le impide el habla, la deambulación y el control del cuerpo, su nivel cognitivo e interés por disfrutar de la vida participando de la sociedad son como el de cualquier otra persona. En estos casos severos, los asistentes personales son imprescindibles ya que representan sus capacidades, pues sus límites van más allá de lo que alcanza nuestra imaginación y, lo que es peor, lo que como sociedad estamos dispuestos a aceptar.

Antes de que Javier pudiese disfrutar de su pase al destino elegido, Holanda, debía concretar con la Comisión Europea su derecho a «recibir el apoyo necesario».

A pesar del enorme desafío que su caso suponía para la Comisión, lo que a ésta le importaba era hacer efectiva la igualdad de Javier frente al resto de jóvenes ganadores del concurso. La Comisión hizo todo lo que estaba en su mano. Empezó desde una posición permeable a querer conocer las circunstancias de Javier, para posteriormente adoptar una actitud tendente a encontrar soluciones que le permitiesen participar en el programa en condiciones de igualdad respecto al resto de afortunados.

En consecuencia, la Comisión entendió su necesidad de disponer de tres asistentes personales de su confianza, de realizar el desplazamiento a su destino y alojarse allí en consonancia con sus circunstancias, lo que significó realizar el viaje a Amsterdam en avión y alojarse en un apartamento adaptado, desde donde poder disfrutar de su pase Interrail por Holanda. En la organización del viaje, la Comisión también colaboró con el Foro Europeo de la Discapacidad y la Red Europea de Turismo Accesible. El resultado fue muy estimulante y enriquecedor para ambas partes: la Comisión y Javier.

A menudo se dice que lo que define a una sociedad civilizada es cómo ésta trata a sus ciudadanos más vulnerables. En Europa podemos estar orgullosos de dar pasos importantes para facilitar la vida de las personas con discapacidad, quizás uno de los grupos más desfavorecidos y vulnerables de nuestras sociedades. No obstante, queda mucho por hacer, desde la mejora de las infraestructuras pertinentes hasta el aumento de su inclusión social, y a este respecto, queda aún más en el caso de personas con discapacidades severas, donde su dependencia de los asistentes personales está fuera de toda duda.

Pero al final, el mayor cambio que podemos aportar, como demuestra el caso de Javier, es en relación con la mentalidad de todos y cada uno de nosotros. La sociedad no puede añadir más límites a quienes de por sí ya los tienen, pues los que se les añaden son, sin duda, los más dolorosos. Tenemos que creer que no hay absolutamente ningún límite en lo que pueden hacer las personas con discapacidad, salvo que se los impongamos. Como dice Javier: «Yes, I can, si tú quieres!» y esta es quizás la mayor prueba de civilización que existe.

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