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Una reflexión irónica sobre la necesidad de perpetuarse

LUIS ÁNGEL ADÁN LEÓN

Jueves, 12 de octubre 2017, 23:17

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Casualidades editoriales, esta novela coincide en varios aspectos con otra, 'Tierra de campos' de David Trueba, con la que ha coincidido en fechas de publicación. Ambos son libros sobre la paternidad y en ambos se nota la falta que provoca una madre ausente. En el de Trueba, por demencia senil y en éste, a raíz de una muerte prematura.

A diferencia del de Trueba, la paternidad es el eje central de la historia del protagonista y narrador. En 'La quietud', Héctor es un arquitecto y profesor de Arquitectura que en plena crisis de los cuarenta se ha separado de su mujer para vivir con una alumna. Parece estar en la cresta de la ola, sin ningún tipo de ataduras familiares con una hermosa joven que le llena de vida, cuando su exmujer le pide que le ayude a conseguir la adopción de un niño ruso que les han concedido dando por supuesto que todavía siguen juntos. Deberá acompañarla a la fría estepa siberiana a completar los últimos trámites de la adopción, pretendiendo que todavía siguen juntos.

Ese viaje al infierno helado y su relación con su ex y con las otras parejas que esperan a sus hijos en un proceso, que realmente es tan kafkiano como la novela del mismo título de Kafka, es el meollo de la historia. Pero cómo esto afecta a su relación con su joven compañera y con su ex, con la que no pudo tener hijos y que lo manipula por ello para que le ayude a ser madre, son el marco tanto o más importante.

Al igual que en la novela de Trueba, en la de Ignacio Ferrando hay una figura que sirve de enlace entre el protagonista y las condiciones de su situación vital: el padre. En aquella era un ser correoso e inasequible al desaliento con el que el protagonista no tenía nada que ver en gustos ni intereses pero que le unía al día a día. En ésta comparten profesión, el padre es arquitecto como él y le ha pasado su cartera de clientes, pero nunca han tenido nada en común, exceptuando su amor por un arquitecto ruso revolucionario. Sin embargo y contra pronóstico, a lo largo de la novela descubrimos que padre e hijo comparten otras cosas, como la infidelidad conyugal conjugada con el respeto a sus parejas.

La narración está muy medida y muestra el amor por los materiales y las cosas que envuelven el día a día de los personajes y que describe con precisión técnica. La forma en que la necesidad de un hijo afecta a las parejas y la determinación en esa lucha nos dibuja personajes memorables, como la pareja de lesbianas italo-española que aprende ruso y se juega la vida para conseguir un papel que les permita completar su sueño, a pesar de que ese sueño no es seguro de felicidad, más bien de lo contrario.

Sin embargo, no espere encontrarse ante un reportaje sobre esta aventura que sufren muchas parejas. La novela de Ferrando es una reflexión irónica y sentimental sobre las miserias y las maravillas que originan la necesidad humana de perpetuarse y encontrar un sentido en nuestras vidas en ello.

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