Borrar
José Luis Regacho, alcalde de Olmeda de la Cuesta, ante uno de los monumentos del paseo escultórico. Virginia Carrasco

El pueblo con más esculturas que vecinos

Olmeda de la Cuesta (Cuenca) ha creado una muralla de tallas y jardines para atraer turistas. En invierno apenas viven diez personas. «Hace once años esto parecía el paisaje después de un bombardeo», asegura el alcalde

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Domingo, 30 de septiembre 2018, 13:39

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Quien resiste, gana. Ese era el lema de Camilo José Cela y el que inspira al alcalde de Olmeda de la Cuesta, José Luis Regacho (PSOE). Hace unos años que este pueblo de la Alcarria conquense era el más envejecido de España, un título que todos los municipios semiabandonados repudian. Regacho se devana los sesos cada día para revitalizar un lugar que languidece por la despoblación. La corporación ha promovido iniciativas para que el turista haga una parada por estos lares, a hora y media de Madrid. Para ello ha sembrado de esculturas el lugar hasta el punto de que tiene más tallas que vecinos. «Y más jardines que calles», dice sin presunción Regacho, quien se lamenta de que el último niño nacido aquí lo hiciera en 1968.

Olmeda es ahora un emplazamiento amurallado de monumentos con reminiscencias dalinianas que se prodigan a mansalva, acompañado todo ello de un sinfín de árboles, muchos aún de escasa altura. «Hace once años todo lo que ves parecía el paisaje después de un bombardeo. Había 60 o 70 casas ruinosas en manos de una quincena de propietarios. A cambio de las obras de desescombro, los dueños cedieron los solares al Ayuntamiento».

Si prosperan los árboles plantados, Olmeda puede convertirse con un poco de suerte en un vergel. Es solo cuestión de años.

El que se lleva la palma es un retoño del árbol de Gernika, regalo del Gobierno vasco, de la misma estirpe de los que han arraigado en Auschwitz, Washington, Montevideo, Nairobi o Roma. La cosa no queda ahí, porque hay hijos de secuoyas traídos de La Rioja que ordenó trasplantar a aquel territorio el general Espartero. Hay pinsapos de Andalucía; castaños y cerezos de Galicia; pinos de Castilla y León; cipreses de Murcia; loros, tejos, encinas y alcornoques de Extremadura, madroños de Madrid… «De Cataluña no tenemos todavía nada. Como aplicaron el artículo 155, no sabíamos a quién dirigirnos», asegura Regacho. Pero lo que de verdad complace al alcalde es la buena salud de los olmos negros. Todos los ejemplares de la especie que daban nombre al pueblo se secaron en su día por culpa de la grafiosis. Sin embargo, la Universidad Politécnica de Madrid logró crear olmos resistentes a la enfermedad. Ahora cuenta con 85 ejemplares.

Vecinos entre 51 y 99 años

Paco Montes, el alguacil, barre con diligencia las calles. Nació en Madrid, pero fijó su residencia en Olmeda -de donde era su madre- cuando arreció la crisis y Rodríguez Zapatero puso en marcha el Plan E para estimular la economía y el empleo. Desde entonces hace labores de albañilería y jardinería y cuida el mobiliario urbano. «También soy custodio de la iglesia, aunque tiro a lo ateo. Con diez años escolarizado en un colegio de los salesianos ya tuve bastante».

Pese a las iniciativas del regidor, Olmeda sigue siendo un erial demográfico. Según el padrón del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2017, el pueblo tiene 29 habitantes, cinco veces menos que a finales del siglo XVI, cuando Felipe II pidió la elaboración de un censo. Entonces residían 160 vecinos pecheros (obligados a pagar impuestos) y un clérigo. Sin embargo, el padrón no dice toda la verdad. Aunque señale que están censadas 29 personas, en el pueblo realmente sólo viven entre cinco y diez de manera estable, casi todas jubiladas.

El alcalde nació aquí, pero trabaja como funcionario en el Ayuntamiento de Cuenca. La antigua escuela, que cerró en 1973, acoge ahora las dependencias del ayuntamiento. El habitante más joven es Paco Montes, de 51, años y el más viejo Anastasio López, de 99.

A la vista del negro panorama que se cernía sobre Olmeda, Regacho lanzó un SOS. Hace cinco años subastó un lote de 15 parcelas urbanizables a precios de ganga, entre 200 euros la más barata y algo más de 3.000 la más cara (15 euros el metro cuadrado) con el propósito de que la zona se repoblara. «Recibimos ofertas de todas partes del mundo. Una escultora británica que vive en Arabia Saudí compró una, un estadounidense otra, y dos familias venezolanas están a punto de instalarse aquí». El chollo se propagó a la velocidad del rayo. «Hasta el diario británico 'The Guardian' se hizo eco de la noticia, que incluso salió en periódicos chinos». Los terrenos constaban de una superficie de entre 66 y 205 metros cuadrados. Desde entonces aún le siguen llegando correos electrónicos con peticiones de casa: «Pero no es lo mismo adquirir un terreno que construir, que es muy caro».

Pese a las adversidades, ahora hay seis o siete casas nuevas, cinco están en construcción y se han concedido dos licencias de obra. Fernando Picó, de 55 años, se ha quedado sin batería en el coche. Regacho lo enchufa al suyo con unas pinzas de arranque y el motor empieza a funcionar. Con lágrimas reprimidas, Fernando le hace saber al munícipe que otra vez le ha sacado de un apuro.

Este hombre llegó a España con su mujer desde Valencia, en Venezuela, una ciudad industrial, a dos horas de Caracas, sacudida por la crisis. Metido ahora a albañil y constructor, Fernando está levantando poco a poco una modesta casa de 60 metros cuadrados, y otra de iguales características para una compatriota que reside en Copenhague y que se asentará en breve en Olmeda con su marido, su hija y su madre. «Me gusta mucho la paz y tranquilidad que hay aquí. Valencia es una ciudad cosmopolita, multicultural y multirracial, pero inmersa en un bullicio continuo y con mucho tránsito». El matrimonio ha vendido en Venezuela un terreno en un polígono industrial y sus coches para poder costear la obra, pero le está resultando muy difícil que alguien adquiera su casa de Valencia por la desastrosa economía del país.

Relojes de arena y maceteros

Gracias a las aportaciones de los fondos europeos de desarrollo rural, el visitante se encuentra con relojes de arena por doquier, maceteros, templetes, todos curvilíneos y de hechuras oníricas. Vicente García, de 50 años, es el autor de las esculturas. Con la cara curtida por el sol, llega sofocado, quizá porque no ha logrado superar la ITV. Se declara cansado. «¿Tendré la andropausia? ¡Qué va! -se dice- ¿cómo no voy a estar cansado si he estado trabajando todo el verano?». Este prolífico artista ha hecho tantas esculturas para Olmeda que no sabe cuántas jalonan el paisaje. Su técnica se basa en el ferrocemento, que mezcla materiales humildes como mortero de cemento y malla de acero. «Es liviano pero a la vez muy resistente», ilustra mientras posa para la fotógrafa ante una de sus creaciones, una interpretación de la Dama de Elche. Si el curioso se asoma por detrás, podrá observar una extraña figura que evoca el casco del piloto de Mazinger Z, que marcó la infancia de García. «Soy artista, y a veces tengo el sentimiento de que lo que hago no aporta nada a la sociedad. Sin embargo, veo que mi trabajo contribuye a la supervivencia de Olmeda», apunta con satisfacción el escultor.

Nuevos proyectos en Olmeda de la Cuesta. Virgina Carrasco

Ya no es el pueblo más envejecido

Olmeda de la Cuesta no deja de trabajar en nuevos proyectos. El invernadero ya está montado y preparado para convertirse en el vivero donde crecerán las plantas que repoblarán la zona, aunque dentro del pueblo ya no hay espacio para más árboles. El ayuntamiento se propone restaurar también dos molinos de aceite y la cueva de la Tercia, donde antiguamente se pagaban tributos y diezmos, así como recuperar una casa tradicional. Cuando sea posible se desbrozará un terreno para crear huertos de autoconsumo. Olmeda se convirtió en un foco mediático cuando la Fundación BBVA lo señaló como el más envejecido de España. Ya no lo es. Ahora su lugar lo ocupa La Riba de Escalote (Soria). La muerte de los más ancianos y el empadronamiento de dos hijos de Regacho, de 16 y 12 años, han bajado el promedio de edad en este municipio de la Alcarria conquense. El pueblo vive de la agricultura extensiva del cereal, girasol y aceituna.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios