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Apuesta ilustrada sobre el vino encima de la mesa

DIEGO MARÍN A.

Jueves, 18 de junio 2015, 22:57

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El célebre gastrónomo Richard Pratt acude a cenar una noche a casa de Mike Schofield en Londres. A la mesa también se sientan la esposa y la hija de Schofield y el narrador de esta historia titulada 'La cata'. Pratt es un 'gourmet' al que los anfitriones se esperan siempre en agradar al máximo. En otras ocasiones Schofield y Pratt juegan a realizar una cata a ciegas de los vinos que se sirven e intentar acertar de qué vino se trata. No sólo acertar la zona, la denominación de origen, la variedad de uva e incluso el terreno del que procede el vino, también la marca.

En otras ocasiones el juego no pasa de la mera diversión para intentar demostrar los conocimientos enológicos del gastrónomo, pero una noche todo se complica y la apuesta se va de las manos. «Había algo raro en su forma de hablar y en su aburrimiento: una sombra malévola en su ceño, y en su actitud una determinación que me produjo cierto desasosiego al mirarle», describe el narrador y comensal. La apuesta, normalmente, no supera una caja del mismo vino que se cata en la cena, si se acierta, pero Pratt va más allá y desafía a su anfitrión a obtener la mano de su hija si consigue saber de qué vino se trata.

Convencido de que es imposible que acierte, por la extrema particularidad del vino protagonista, Schofield desea aceptar ante la indignación de su esposa y, lógicamente, también, y sobre todo, de su propia hija. A cambio, las dos lujosas casas del gastrónomo, que realmente se presenta como un personaje detestable. Pratt observa, huele y saborea el vino. Y acierta de qué vino se trata: un Château Branaire-Ducru de St. Julien, en Médoc. Un Burdeos. Sobre el terror que impregna de pronto a la familia Schofield se encenderá una inesperada luz. Y esa luz cambiará el rumbo de la apuesta y de la historia.

Este relato es una divertida metáfora de la ambición humana y también una crítica al 'snobismo' dentro del mundo del vino, señalando a los presumidos que alardean de un conocimiento dudoso. 'La cata' fue publicado por primera vez en 1945, aunque adquirió relevancia cuando lo recuperó el 'The New Yorker' en 1951. Después de 70 años, el cuento sigue vigente, resulta actual. La nueva edición que sobre la obra de Roald Dahl ha realizado Nórdica es, como acostumbra, preciosa.

El dibujante Iban Barrenetxea ilustra este libro con precisas y bonitas escenas en la que se repite, con el consiguiente movimiento de los elementos, la mesa protagonista en la que se sientan los comensales de la cena. El relato es una de esas piezas de narrativa breve que, como en 'La pata de cordero', Roald Dahl resuelve de forma sencilla pero ingeniosa. Es curioso comprobar cómo el autor de 'Los Gremlins', 'Matilda' y 'Charlie y la fábrica de chocolate' tuvo el talento para cambiar de registro. Y lo cierto es que lo mismo realizó la adaptación de la película de James Bond 'Sólo se vive dos veces' que escribió este curioso relato enológico.

En 'La cata', realmente, el vino es la excusa, es una historia sobre la soberbia, el engaño y los impulsos incontrolables, pero resulta un interesante aperitivo de lectura. Recomendable para bodegueros y sumilleres.

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