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Viernes de censura

La situación puede volverse atroz para España si se obstinan en llevar las cosas al límite, pero sin soluciones

Lunes, 4 de junio 2018, 22:53

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La presidenta del Congreso, Ana Pastor, señaló ayer el jueves y viernes próximos para que la Cámara Baja decida si prospera la moción de censura del PSOE contra Rajoy y su Gobierno. La celeridad de la tramitación podrá convenir más o menos a unos u otros partidos, pero parece adecuada para que el país despeje dudas cuanto antes y para que la credibilidad exterior sobre su solvencia institucional se vea afectada lo imprescindible. En el plazo de una semana desde la presentación de la iniciativa, Pedro Sánchez deberá dar cuenta de la entidad de su propósito. Su llamada al voto para desalojar a Rajoy de La Moncloa en ningún caso le permite desentenderse del escrutinio final imputando un eventual fracaso de su iniciativa a los demás grupos de oposición. El líder socialista y sus portavoces han insistido tanto en el carácter «constructivo» de la moción que no pueden eludir la conformación más o menos negociada de una mayoría garante del Gobierno alternativo que pretenden constituir. Sánchez podría sumar el apoyo 'a la contra' del independentismo catalán, que en cualquier caso se vería acompañado de advertencias respecto a la continuidad del 155, los políticos presos y la desconexión republicana. Pero le costaría más disipar las dudas que la moción de censura suscita en el PNV. Un partido que vuelve a revelarse clave para la estabilidad política en España. Porque una cosa es lograr la caída de Rajoy y otra, muy distinta, cubrir el vacío de poder resultante. Por muy censurable que sea la connivencia popular con la corrupción. Es prácticamente imposible revisar de arriba abajo el curso de la legislatura sin poner fin a la misma mediante la anticipación electoral. La hipótesis de un Gobierno -de Pedro Sánchez- más en minoría aún que el de Rajoy tratando de alcanzar algún triunfo legislativo en un Congreso cuarteado y con el PP manteniendo la mayoría absoluta del Senado parece poco menos que una fábula. Por desagradable que resulte soportar el Gobierno de un partido trufado de graves y recientes condenas y acusaciones, es imposible imaginar que de la censura salga un Ejecutivo socialista en condiciones de cambiar un ápice las cosas sin que medien las urnas. La situación se ha vuelto endiablada para sus protagonistas, pero puede volverse atroz para el país. Sobre todo si, en nombre del interés general, los actores principales y los secundarios se obstinan en llevar las cosas al límite, pero sin soluciones.

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