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La verdad asoma

DOMINGO GARCÍA-POZUELO

Sábado, 21 de octubre 2017, 23:54

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La estrategia, utilizada a lo largo de tantos años de democracia, de aliarse con partidos cuyos idearios son separatistas por parte de los que ganan las elecciones sin mayoría absoluta, ha propiciado un escenario político cuyas consecuencias estamos pagando ahora más que nunca. El frecuente contubernio con los nacionalistas ha puesto en riesgo la libertad y la igualdad, tan costosas de lograr, y se ha pactado a sabiendas de que éstos únicamente buscan réditos localistas de su manida identidad: esa ficción sobre la que sustentan un discurso socialmente excluyente y fascista. Y lo han hecho, tanto PSOE como PP, olvidando con frecuencia defender la Ley, conjuntamente, ante la vulneración sistemática de la misma, mirando hacia otro lado para «no molestar» a esos forajidos. Y silbando, casi siempre, cuando se han perpetrado afrentas contra nuestra cultura compartida y común. Y contra nuestro propio bolsillo, puesto que tanto acuerdo cuya consecuencia más cierta y primordial era y es transferirles competencias administrativas, y con ello mucho dinero público, ha contribuido a reforzar la excluyente, sectaria e imaginaria identidad de ese conjunto de facinerosos, cuya última y más actual representación son Ómnium Cultural, La Asociación de Municipios por la Independencia, la Asamblea Nacional Catalana, la CUP, ERC o CiU ahora devenida en PDeCAT, o En Comú Podem-Guanyem el Camvi, entre otros.

Tantos años poniéndose de perfil ante los atropellos que se han hecho contra la normal convivencia, consintiendo que los nacionalistas alimentaran desde la enseñanza pública (colegios, institutos y universidades) o desde televisiones y periódicos adscritos, una bicha cargada de odio, mintiendo sobre la historia, utilizando el dinero de todos en campañas de desprestigio contra cualquiera que no comulgue con su ideología nazi. Abduciendo incluso a facciones de religiosos, fanatizados como imanes, para alentar un remedo de yihad católica, al compartir ideario con lo más radical de la política nacionalista. La misma Iglesia, o una parte de ella no tan lejana en la memoria colectiva, que llevó bajo palio al dictador y que se vuelve beligerante para comulgar con actitudes socialmente sectarias, tan alejadas de lo que predica su cristianismo. Así que tenemos lo que nos merecemos.

Nos están robando la democracia, la convivencia, la fraternidad. Nos están enemistando y enfrentado; están silenciando la lengua que compartimos, la historia, la cultura, la patria común. Nos están humillando desde hace años sin causa cierta. Abuchean el himno y vejan o queman la bandera en cualquier acto sea deportivo o de cualquier otra índole. Generan conflictos al seducir a deportistas, de mentalidad infantiloide, para poner en duda la pertenencia o la participación en selecciones deportivas españolas. Han despreciado a las fuerzas policiales, que garantizan el orden constitucional. Están cometiendo delitos: el de sedición y el de lesa patria, creando con ello estragos cuyas consecuencias estaremos pagando todos los que intentamos cada día respetar el orden legal y la convivencia pacífica. Han inducido a odiar a los que no vivimos en su tierra, o a los que viviendo en ella se niegan a compartir su ideario, manipulando para ello el pensamiento de niños y adolescentes, o de adultos simplistas, que se dejan arrastrar hacia un abismo de confrontación por hechos diferenciales imaginarios, que les llevaran a una tierra prometida inexistente e irreal.

Los nacionalistas han vulnerado las leyes, premeditadamente, a lo largo de toda nuestra democracia, leyes que constituyen la estructura de la convivencia, pero ya se sabe: España es una tiranía de legislación excesiva, sólo atemperada por la general inobservancia de la misma.

Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde, escribió el poeta catalán Gil de Biedma..., pero ha pasado el tiempo, y la verdad asoma.

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