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Tiempo de venganza

MARÍA ANTONIA SAN FELIPE

Viernes, 4 de mayo 2018, 00:03

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Desgraciadamente, esto es lo que parece: un estercolero. En él se acumulan miserias, latrocinios, embustes y venganzas. De lo único que permanece limpio el basurero es de dignidad, ética, altruismo y esfuerzo. El daño que está causando a la política española la actitud del PP frente a la corrupción es imperdonable.

Cristina Cifuentes ha dimitido. Un vídeo de hace siete años sobre la sustracción de dos botes de cremas, oportunamente filtrado, ha terminado con ella. Ya lo dije hace dos semanas, la expresidenta era un cadáver político incluso antes de ir a la convención del PP en Sevilla en la que tanto la aplaudieron. Fue la premonición del final. El martes, como el Cid Campeador después de muerto, acudió a la entrega del premio Cervantes montada en el corcel de la soberbia. Allí, en presencia de los reyes, Rajoy la besó como un Judas. Don Quijote, presente en el acto, al observar la escena desde su rocín flaco exclamó: «¡Cosas veredes, amigo Sancho!».

Y nosotros, como Sancho, vimos al día siguiente al mismo Judas que la besó ordenar que se quitara de en medio. Consideró, tras visionar el bochornoso vídeo, que haberse llevado unas cremas del Eroski, algo que ya sabía cuando la nombró delegada del Gobierno, era la puntilla. Para Rajoy un pequeño hurto es más grave que apropiarse de un título de máster usando las influencias políticas, mintiendo con desparpajo y desacreditando a la Universidad. Lo que puede cuantificarse en cuarenta euros es más escandaloso que la Gürtel, la Púnica y toda la basura que conocemos. Está claro que con Cristina Cifuentes no ha terminado un último ápice de dignidad, ni el reconocimiento de sus errores, sino la venganza. Si Cifuentes en vez de ponerse chula hubiera pedido perdón, reconociendo que nos mintió a los ciudadanos y hubiera dimitido hace un mes, se hubiera ahorrado este linchamiento personal al que la han sometido desde círculos próximos a ella. No hay peor cuña que la de la misma madera, acierta el refrán.

Seguramente, quienes han filtrado este vídeo, quienes lo han guardado tanto tiempo, son personas acostumbradas a moverse con mucha soltura por cloacas y estercoleros, quienes saben de sobornos, chantajes y todo tipo de prácticas mafiosas que llevan años negando pero que practican con la misma eficacia que el cirujano el bisturí. Seguramente podían haber elegido otro medio para conseguir la dimisión de Cifuentes, pero han optado por el más zafio, algo que todo el mundo comprende, un hecho vulgar y humillante que la desacredita situándola, en el ideario popular, al mismo nivel que cualquier ratero de barrio.

Aunque algunos crean que la oposición ha conseguido su cabeza, es bueno insistir en que este trofeo es hijo de la venganza. Ha sido un escarmiento que se ha tramado desde dentro de un partido que lleva demasiado tiempo nadando en la corrupción. Así que aunque Albert Rivera quiera anotarse el triunfo, hay demasiadas evidencias que apuntan a lo contrario.

Cifuentes, en su despedida, ha querido aparecer como una víctima porque no comprende lo que le ha pasado. Ella ha mentido, sí. Pero nadie mejor que ella sabe que en su partido llevan años mintiéndonos sobre Bárcenas, sobre la financiación ilegal, sobre el rescate bancario y sobre casi todo. Cierto es que ella ha tenido un tono más alto de chulería y desparpajo precisamente cuando el estercolero se estaba desbordando. Esta vendetta no es nada edificante, enfanga mucho más la política, desacredita el sistema y desprestigia la nobleza y la ética que deben caracterizar el ejercicio de las tareas públicas. A Cifuentes le han dado una bofetada pero su caída es insuficiente para regenerar la política. Mientras se libran estas mezquinas batallas, los ciudadanos pelean cada día con la vida preguntándose si ahí arriba hay alguien pensando en ellos.

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