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Terror en Halloween

Aunque el Estado Islámico ha sido derrotado, una minoría radicalizada, como el asesino de Nueva York, hace aún estragos

Miércoles, 8 de noviembre 2017, 23:31

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Con seguridad, el terrorista que el martes mató en Nueva York a ocho personas es un lobo solitario, según la definición de los servicios de seguridad. El asesino, inmigrado legalmente en Estados Unidos en el marco de un programa oficial hace seis años es, conforme ha declarado, un soldado del Daesh, la Internacional islamoterrorista que quiere a sobrevivir a la gran derrota que sobre el terreno sufre el Estado Islámico. Del mismo modo, en un proceso paralelo, todavía hay algunas reivindicaciones de acciones terroristas llevadas a cabo en nombre de Al-Qaida, pese a la pérdida de su fuerte posición de antaño y la muerte de Osama bin Laden en mayo de 2011. Aunque vencidas sus tropas en los campos de combate sirios e iraquíes, perdidas sus capitales (Mosul y Raqqa), con sus jefes muertos o fugitivos, la mezcla de rebelión, contracruzada, acto de martirio y camino seguro al paraíso aún hace estragos entre la minoría radicalizada que ha caído sin más en el campo del terrorismo bárbaro. Su preferencia por blancos fáciles y por definición civiles y su elección de grandes ciudades occidentales -París, Bruselas, Berlín, Niza, Londres, Barcelona- en su dimensión lúdica, festiva y libre traducen de forma inequívoca un mensaje de odio por sus regímenes políticos y los hábitos socialmente observados por sus ciudadanos, hijos de la libertad y la tradición democrática. Nada que ver a estas alturas con combates dignos, defendibles y exitosos de colonias árabes de población islámica que buscaron y ganaron en su día una merecida independencia. Estados Unidos nunca tuvo colonias en el sentido clásico del término y los ataques que soporta son relacionables con un escenario mucho más complejo que remite a su condición de superpotencia. En este registro se puede creer que el terrorista de Nueva York eligió cuidadosamente el día de Halloween, más o menos observado en gran parte de Occidente, optó con toda calma por un medio de expresar sangrientamente su cosmovisión, la distinta aceptación de la vida, la socialización, la muerte y la trascendencia. Tal es, por lo que se sabe, lo que el programa del Daesh implica: la sumisión disciplinada y acrítica a un régimen pretendidamente justo, igualitario y benéfico que, sencillamente, asesina a quienes se divierten de forma amistosa y en paz. No ganarán jamás su descabellada e inútil guerra.

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