¿Sumar o restar?

LA PLAZUELA PERDIDA ·

Es proverbial la facilidad de la izquierda para dividirse y las grandes dificultades que encuentra para su unión. En las primeras contiendas electorales de la ... nueva democracia, aunque parezca increíble, proliferaban los partidos situados a la izquierda del Partido Comunista de España: troskistas, stalinistas, leninistas, maoístas, varias organizaciones revolucionarias y partidos de los trabajadores, etc. Ni que decir tiene que jamás consiguieron la representación parlamentaria que sí hubieran conseguido de haber acudido unidos a las urnas. Esta especie de reinos de taifas en la extrema izquierda no es nada nuevo y es algo consustancial a estos movimientos, desde que comenzaron. Después de la revolución de 1917, ya Stalin se encargó de ir eliminando otras facciones y lograr la unidad por medio de una férrea dictadura –la llamaban dictadura del proletariado y debía dar paso a una sociedad idílica y democrática, en la que todas las personas serían iguales y felices, aunque la dictadura nunca terminó y aquella sociedad maravillosa jamás llegó–. Quizá por eso estos grupos de extrema izquierda sean amigos de las dictaduras y defiendan a Putin, Maduro, Irán, etc. Una de las causas de perder la Guerra Civil fue la desunión de aquellas izquierdas revolucionarias, lo cual es especialmente llamativo en tiempos de guerra.

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No es nada nuevo: cuanto más a la izquierda, más división, como vemos en las elecciones andaluzas; y no aprenden. ¿Cuántas dimisiones, expulsiones y conflictos internos ha habido en la izquierda radical en los últimos años? Buscando esa unión imposible, han intentado proyectos políticos variados que, casi siempre, han encontrado el obstáculo, a veces disfrazado de teoría, de lo que me parecen intereses personales y, a pesar de que la seña de identidad de la izquierda siempre ha sido el internacionalismo, no han dudado en abrazar, pactar o acercarse a los nacionalismos más trasnochados, excluyentes o violentos. Hasta han jugado con el nombre de cada agrupación electoral, incluso cambiando el género, para buscar el favor del elector, simulando una unión que se me antoja inexistente. El último intento, hasta ahora, en este tradicional juego de simular unión parece ser esa operación con la consigna que tal vez acabe en nombre electoral: 'Sumar'. Pero las zancadillas que ya está recibiendo y que parecen lucha por el poder, en los divididos grupúsculos de siempre, hacen sospechar que, en vez de sumar, lo que van a conseguir es restar.

En fin, nada nuevo bajo el sol, todo parece ir por donde solía. Lo malo para ellos es que el elector pueda comenzar a pensar que se toman la política como un juego, aunque sea un juego muy provechoso para algunos. Visto lo visto, puede que esta desunión no sea tan mala para el país. Afortunadamente.

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