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Sangre y luto en el día de la Nakba

Israel ha hecho aflorar el sentimiento de rabia e impotencia no sólo del pueblo palestino, sino de toda la gente solidaria que no acepta que población civil desarmada sea masacrada en su propia tierra

MARÍA CRISTINE MARÍN. - CONSEJERA DE MULTICULTURALIDAD DE PODEMOS LA RIOJA y DANIEL RUIZ REVUELTA. - POLITÓLOGO

Martes, 22 de mayo 2018, 23:28

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El 15 de mayo es una fecha emblemática en España por motivos obvios. Fue en 2011 cuando la gente salió de repente a las plazas, hubo una nueva explosión de conciencia y sonó con más fuerza el «no nos representan» que puso en jaque al bipartidismo y al llamado régimen del 78 de una forma de la que -afortunadamente- nunca se han recuperado. Pero esta fecha tan señalada esconde también otra efeméride más melancólica y menos conocida: la conmemoración de la Nakba para el pueblo palestino, que se podría traducir como 'el desastre' o 'la catástrofe' y que recuerda la fecha en la que comenzó el éxodo palestino tras la creación del Estado de Israel. El 15 de mayo de 1948 marca el momento en el que cientos de miles de personas empezaron a perder sus raíces y a dispersarse por el mundo. Hoy, la comunidad de refugiados palestinos se estima en más de cinco millones de personas, una auténtica diáspora que no puede volver a su tierra sencillamente porque el Estado de Israel no se lo permite.

En la compleja historia del conflicto entre Israel y Palestina -se le llama conflicto aunque las responsabilidades no son las mismas- hace aparición estos días un Donald Trump que, en su papel de presidente por accidente, megalómano y pirómano, está echando gasolina en cada país que consigue ubicar en el mapa, ya sea cancelando un acuerdo nuclear con Irán o haciendo un gesto tan temerario como trasladar la embajada americana de Tel Aviv a Jerusalén. El desequilibrio presidencial lo celebran los extremismos y los ultranacionalismos, que en Israel y en Estados Unidos se dan la mano para construir muros contra la paz.

Si este 15 de mayo hubiese sido un día normal, ayer hubiéramos reivindicado en los actos organizados por 'Palestina Rioja', asociación que está haciendo un trabajo inmenso y encomiable, el reconocimiento del pueblo palestino como tal, que sigue sufriendo una ocupación contraria al derecho internacional. Una ocupación consolidada por la vía de los hechos, basada en el abuso de poder, donde la principal característica es la desigualdad entre la potencia ocupante y el pueblo ocupado, lo que imposibilita una negociación entre iguales. Una reivindicación a la que Podemos se suma con los deberes hechos, habiendo instado en España y en Europa al reconocimiento de Palestina como estado y a la negociación entre israelíes y palestinos, de manera coordinada con la Unión Europa. El silencio de nuestro gobierno frente a esta reivindicación prolonga la injusticia con su complicidad.

Pero ayer no fue un día normal y el debate se escapa de lo político, adentrándose más si cabe en el terreno de los derechos humanos, porque el ejército israelí comenzó una masacre que acabó con la vida de al menos 58 palestinos, dejando a su vez 2.700 heridos -ningún israelí salió herido-. Esta acción ha teñido de rojo y de negro, de sangre y de luto, una reivindicación histórica y pacífica y ha hecho aflorar el sentimiento de rabia y de impotencia, no sólo del pueblo palestino, sino de toda la gente solidaria que no acepta que población civil desarmada sea masacrada en su propia tierra. ¿Son capaces de evocar la imagen de lo que implica matar o herir a casi 3.000 personas sin recibir un sólo herido? Obviamente no es una guerra, es una carnicería.

La siempre engrasada diplomacia israelí, que financia e incentiva voluntades con el mejor lobby del mundo, y que es capaz de activar sus recursos para influir en el resultado de Eurovisión como si de otra estrategia de márketing se tratara, no puede ocultar hoy sus manos manchadas de sangre. Como resultado de lo que ocurre estos días, hoy estamos un poco más cerca de la anexión final de Jerusalén Este como territorio ocupado y nadie duda que la hoja de ruta que Israel diseña para Palestina es más represión y más ocupación. Poco queda del territorio palestino que no haya sido urbanizado, colonizado y amurallado, y en lo que todavía permanece se hacinan millones de personas, entre el campo de concentración y el apartheid.

Hacen falta soluciones pero, quién las propone ¿Trump?, ¿una Europa ciega?, ¿un Israel ultranacionalista y desaforado con las manos manchadas de sangre palestina?

No hay solución posible sin la concienciación y la solidaridad de la comunidad internacional. El profesor Pérez Tapias decía hace apenas unos días que Israel tenía derecho a permanecer como Estado, pero no al precio de arrojar a los palestinos al basurero de la historia. Está claro que, en días como los que vivimos, Israel no se está ganando ese derecho y hoy aparecen a los ojos del mundo como los verdugos del pueblo palestino.

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