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RODRÍGUEZ PATERNA

Un recorrido por la memoria de la calle Rodríguez Paterna

EDUARDO GÓMEZ

Martes, 5 de marzo 2019, 07:59

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Hablar o escribir de la calle Rodríguez Paterna es hacer referencia a un personaje importante de la historia de Logroño. Su presencia como alcalde de la ciudad desde 1885 hasta 1891 constituyó una cadena de grandes obras que afectaron notablemente a la ciudad, empezando por la traída de aguas. Su destacada labor fue refrendada por el Consistorio, que acordó cambiar el nombre de la Villanueva, como se conocía, por el del nombre actual. Hasta hace unos pocos años fue una calle realmente importante, de la que partían las siete calles que se les dio en llamar en su conjunto 'la Judería'. Rodríguez Paterna fue y aún colea, una vía de gran actividad comercial. En sus inicios, en los bajos del imponente edificio centenario, se recuerda a un pescadero al que se le conocía por 'Chicharro', que se hacía notar en Las Gaunas por sus gritos de ánimo al Logroñés. También fue muy popular 'La Logroñesa de Armas', que aprovisionaba de cartuchos a los cazadores riojanos. Fue también muy popular la colindante 'Droguería Ismael'. Enfrente, ya en la calle comentada, estaba el bar 'Royalty', sede del mundillo taurino local con la tienda de Orruño a su vera, especializada en pinturas y papeles pintados. Siguiendo la calle por la derecha se recuerda la panadería de Estefanía y el inicio que se mantiene de los soportales donde se popularizó el bar y restaurante 'La Viga' dirigido por Vallepuga, un popular futbolista y una hermana que asaba muy bien los besugos. En uno de los pisos de la calle existía la imponente librería 'de viejo' de Aparicio.

Como en Pamplona. Como no podíamos ser menos, se proyectó que en las fiestas de San Mateo, se organizaran encierros, situando los toros en unos improvisados corrales en el callejón existente entre la iglesia de San Bartolomé y el edificio al que hemos hecho alusión. Las reses recorrían Portales ida y vuelta y esperaban en los corrales hasta la mañana siguiente.

Siguiendo la calle por la izquierda existía un gran caserón con aspecto de residencia clerical, después se encontraba el comercio de Herráiz, Vea y Rodríguez, de loza y cristal, y enseguida la fontanería de Collado, uno de cuyos hijos, el recordado Luis, se convertía en el rey Baltasar en la cabalgata de los Reyes Magos. La empresa se trasladó a La Portalada siendo sustituido el espacio por un local de 'luces rojas'. Después instalaría Nicanor su tienda de comestibles y se elevaría, dando esquina a la calle La Cadena, un singular edificio con bodega en el sótano.

Sigue a continuación el tramo más interesante de la calle con la Cocina Económica, el Archivo Histórico Provincial y el colegio San Bernabé, que se transformó en un servicio de la Seguridad Social. Finalmente, haciendo esquina con la avenida de Viana, estuvo muchos años una tasca que se le dio en llamar 'la puñalada'.

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