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Martes, 5 de diciembre 2017, 23:40
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El juicio más mediático de los últimos años quedó ayer visto para sentencia. Los cinco acusados de la presunta violación grupal a una joven en los sanfermines del pasado año cerraron la vista oral con un previsible alegato en el que proclamaron su inocencia y lanzaron una demanda: «Que se haga justicia». Justicia exige una sociedad conmocionada por el salvajismo de la agresión sexual denunciada, el estremecedor relato de la víctima, las escalofriantes conclusiones de la Fiscalía y algunos de los testimonios presentados en el Tribunal Superior de Navarra. Los hechos que se juzgan y todo el ruido generado a su alrededor completan un cóctel repleto de episodios repugnantes que han sacado a la luz la cara más negra del machismo. Actitudes y pronunciamientos que reflejan -sin que sus autores intenten casi ni ocultarlo- el poso de una intolerable forma de entender la vida según la cual las mujeres son seres 'cosificados' y deben estar sometidas a los hombres, subordinarse a ellos y satisfacer todos sus deseos. Esa concepción del mundo, tan alejada de la igualdad de derechos y la libertad más elementales, persiste en sectores cada vez más minoritarios. Y subyace en algunos comportamientos que han causado lógica indignación antes y durante el juicio. La decisión de los acusados de grabar en vídeo las relaciones sexuales en grupo que mantuvieron con la joven en un portal de Pamplona -al margen de que fueran «consentidas», como sostienen, o no- y difundirlas por las redes sociales para exhibir su 'hazaña' y pavonearse de ella les retrata por completo. Y como algo mucho peor que unos simples «patanes infantiloides, básicos, primarios», las palabras con las que les definió uno de sus abogados en alusión a las conversaciones entre ellos que figuran en el sumario. Diga lo que diga la sentencia. El tribunal deberá determinar si la joven denunciante fue víctima de la espeluznante violación conjunta y organizada que narró ella misma, y que corroboró la Fiscalía con «pruebas contundentes», o, como esgrimieron ayer las defensas, se arrepintió tras cumplir una supuesta «fantasía sexual» con cinco chicos a los que acababa de conocer. La comprensible alarma social provocada por este caso convierte una demanda elemental en todo un clamor: que se haga justicia.
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