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UNA REPENSADA

CARMEN NEVOT - ARRANCHAR A SON DE MAR

Martes, 13 de noviembre 2018, 23:23

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La tentación de meterse en la boca del lobo es a menudo demasiado fuerte como para resistirse, pero en ocasiones la osadía tiene consecuencias indeseables. Albert Rivera llegó y tentó a la suerte en Alsasua el pasado domingo en, sin duda, un desatinado viaje para sacar músculo constitucionalista. Está claro que erró su estrategia y aparecer en este municipio navarro, feudo abertzale, enarbolando la bandera y la unidad de España fue todo un ejercicio de provocación y si esperaba que le recibieran con vítores mientras caminaba bajo palio, sin lugar a dudas, se equivocó de taquilla.

Ahora bien, disculpar la actuación de los abertzales ante el kamikaze mitin de Rivera no tiene un pase y argumentar que el recibimiento al líder de Ciudadanos estaba más que justificado por su imprudencia manifiesta es proporcionar una buena dosis de falsas razones al de la motosierra, al carnicero de Mondragón, en definitiva, a los violentos que hace tan sólo dos años, cuando se cumplían cinco del fin de ETA, propinaron una brutal paliza a dos guardias civiles destinados en esta localidad.

No hay argumentos que valgan para frivolizar sobre el terrorismo vivido en España ni sobre el miedo, el ostracismo y el destierro al que un grupo de radicales condenó a infinidad de vecinos de otros tantos pueblos del norte de Navarra y del País Vasco que no pensaban como ellos. Es dar alas a los jóvenes herederos y cachorros que en la intimidad aún comulgan con los modos de ETA para prender de nuevo la llama del terrorismo. Donde hubo fuego siempre quedan rescoldos. La acción condenable el pasado domingo fue sin duda la de los radicales, pero señor Rivera, por Dios, la próxima vez, piénselo un rato largo.

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