Tampoco es cuestión de quejarse mucho, no vaya a ser que, al final, actúe como acostumbra la empresa Piquetas Logroño S.A. y nos ... quedemos sin emblemáticos edificios como la Plaza de Toros de la Manzanera, la Casa de las Tetas, el Parador del Norte, Marrodán y Rezola, Maristas o todo un ramillete de caserones y palacios medievales y renacentistas del Casco Antiguo.
El caso es que cuando en la capital riojana se habla de la futura rehabilitación algún edificio histórico, en realidad significa que el inmueble objeto de la reforma se convertirá en un erial, en un solar ruinoso con piedras de sillería incluidas o, con suerte, en el simple mantenimiento de su fachada.
Los ejemplos pueden contemplarse -algunos de ellos con horror- en los palacetes laterales del Espolón, el chaflán de la plaza del Alférez Provisional, el Servicio Doméstico, el colegio de Agustinas o el controvertido edificio de Correos.
Tras demorarse varios años sobre el calendario inicialmente previsto, el actual vaciado del IES Práxedes Mateo Sagasta permite observar el interior de un instituto más que centenario, bajo el que durante cuatro siglos existió un viejo convento carmelita extramuros de la ciudad. Cualquiera que conozca mínimamente cómo se rehabilita este tipo de joyas arquitectónicas es consciente de que actualizar un centro educativo del siglo XXI en el mismo espacio de un recinto diseñado en el XIX acarrea múltiples dificultades y servidumbres.
Sin embargo, en la fotografía cenital de las paredes que quedan en pie en la manzana de La Glorieta se aprecia un vaciado muy significativo del interior del Sagasta y, por consiguiente, la pérdida cualitativa y cuantitativa de buena parte de su alma y de su encanto. Parece evidente, pues, que la tan cacareada restauración del primitivo Instituto de Segunda Enseñanza -que abrió oficialmente las puertas de su primer curso académico el 1 de octubre de 1843 en aquel mismo paraje- se va quedar en una mera reforma de fachadas y de cuatro elementos más.
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