Borrar

De rebelde a mártir

FERNANDO SAÉZ ALDANA

Miércoles, 4 de abril 2018, 23:43

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Roma era muy tolerante con las creencias religiosas de los pueblos conquistados, pero si algo no perdonaba era la rebelión contra el Imperio. Y ese fue el delito por el que el judío Yeshua (Jesús) fue juzgado y condenado al castigo que aplicaban a quienes osaban alzarse contra la autoridad imperial en la Palestina sometida: la muerte por crucifixión.

Por muy acostumbrados que estemos a verla desde la infancia todos los habitantes de la llamada cristiandad, no deja de sorprenderme que el símbolo primordial del cristianismo, la cruz, sea un patíbulo, un terrible instrumento de tortura especialmente atroz donde los reos eran atados o clavados a un madero hasta su muerte tras una horrenda agonía que podía durar días. Que el icono de la religión más extendida en el mundo sea un preso político torturado es un escándalo que los cristianos devotos sólo han podido soportar por creer en su gloriosa resurrección.

Hoy por fortuna ya no se utiliza este bárbaro método de aplicar la siempre condenable pena de muerte, pero en nuestro lenguaje coloquial «crucificar» a alguien significa criticarlo con saña hasta causarle la muerte social. En esta santa semana marcada informativamente por la detención del fugitivo Puigdemont, mesías imposible de la independencia catalana, es inevitable comparar su pasión particular con la que según los evangelios sufrió Jesús. Como éste, el iluminado president se rebeló contra el reino anunciando la inminente instauración de la república; cuando cayó en desgracia los suyos lo negaron tres veces en el Supremo, fue flagelado por las CUP y tras un conflicto de competencias y extradiciones entre Herodes y Pilatos ha acabado preso en una cárcel del Imperio. Abandonado por sus seguidores y en el exilio, casi estaba muerto pero su detención lo ha resucitado y ante su segunda venida la chusma españolista exige más que nunca su crucifixión mientras el prefecto Mariano se lava las manos y lo entrega a la justicia para que apure el cáliz de sus horas más amargas en Soto del Real.

Si Pilatos hubiese vencido la presión del populacho absolviendo a Jesús hoy nadie se acordaría de él; el altar de nuestros templos estaría presidido por la menos desagradable y muy hispánica imagen del dios Mitra matando al toro y la trayectoria de la Humanidad hubiera sido bien distinta. Pero la Historia está repleta de incómodos revoltosos y falsos profetas que se convierten en mártires cuando, en lugar de dejarlos languidecer predicando en el desierto, el poder decide ajusticiarlos. El independentismo catalán ya tiene el suyo. Si querían reactivar el procés, lo han clavado.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios