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No quiero

Un año más tenemos que volver a repetir lo evidente

MARÍA ANTONIA SAN FELIPE

Viernes, 8 de marzo 2019, 18:28

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Hubo un tiempo en el que las mujeres que querían ser libres haciendo lo que les gustaba: escribir, viajar, montar en bicicleta, fumar, ir a los bares, elegir a su pareja, cambiar de marido, llevar pantalones, ir a la universidad, votar o bailar eran llamadas locas, putas, histéricas, ligeras de cascos, zorras, marimachos, inmorales, malas madres y otra larga enumeración de insultos. Arruinar nuestra reputación siempre fue fácil porque el rumor y la maledicencia circulan a la velocidad de la luz. Tras siglos de humillación y un largo tiempo de lucha las mujeres comenzamos a subir, aunque fuera de rodillas, la escalera de la igualdad. Las cosas cambiaron, el viento parecía soplar a nuestro favor, incluso hubo un tiempo en el que los políticos se peleaban por parecer feministas aunque, salvo excepciones, todos practicaran un machismo edulcorado en el interior de sus organizaciones.

El 8 de marzo del año pasado fue un hito en la concienciación global. Muchos hombres caminaron a nuestro lado porque creen necesario compartir el camino que nos iguale. De pronto, dicen que el feminismo se ha politizado y lo dicen quienes hacen política hasta de la puesta de sol. Lo cierto es que hay muchos que no están dispuestos a tolerar que sigamos subiendo en el ascensor de la igualdad. Desde que algunos se manifestaron juntos en Colón (Madrid) el 10 de febrero y decidieran hablar 'sin complejos', el ambiente comienza a oler a Edad Media. No solo compiten por averiguar quién la tiene más grande (la bandera), sino también el antifeminismo más visceral. Desde que importan más las patrias que las personas, las banderas que los derechos, el enfrentamiento que la convivencia, el sectarismo que la tolerancia, la mentira que la verdad, las mujeres volvemos a ser moneda de cambio en el discurso político. No podemos ser tan ingenuas como para dejarnos engañar de nuevo.

Un año más tenemos que volver a repetir lo evidente. Repito lo que dije la semana pasada, no entiendo esta fiebre que les ha dado a algunos por menospreciar y ridiculizar a las mujeres que luchamos por la igualdad. Nadie puede olvidar que muchos avances sociales de los que disfrutamos todos (hombres y mujeres) son fruto de la lucha paciente de las feministas de todos los tiempos. El feminismo no pretende vengarse de los hombres sometiéndolos a las humillaciones y abusos que hemos sufrido desde que el mundo es mundo. Nosotras no queremos ser ellos, queremos ser iguales para decidir sobre nuestras vidas ejerciendo nuestra libertad. Nada más ni nada menos.

Esa nueva mentira que han inventado de que queremos imponer la dictadura de la ideología de género pone los pelos de punta. Asombra que quienes jamás condenaron la dictadura franquista, porque niegan que lo fuera, tengan tan clara la dictadura ideológica del feminismo. No sé en qué consiste ese hembrismo feminazi que nos achacan estos expertos en negar dictaduras reales. Las mujeres, que llevamos siglos soportando prohibiciones absurdas y que nos lo impongan todo, desde la moral religiosa hasta la largura de la falda o la dimensión del escote jamás pretenderemos limitar la libertad de nadie. Solo queremos el mismo respeto que se nos exige.

Jamás hemos usado una violencia semejante a la que se ejerce contra nosotras todos los días. En 2018 fueron asesinadas 54 mujeres y se produjeron 1.702 delitos de violación. En 2019, van ya 10 mujeres asesinadas. Esto es una epidemia que de ocurrir a los hombres ya hubieran puesto remedio, con nuestro apoyo solidario. El feminismo hasta ahora solo ha violentado la injusticia, nunca a persona alguna, es un movimiento transversal e inclusivo. Nada va a solventarse desde la hipocresía que se practica negando el machismo evidente.

Por eso, no quiero que nadie nos mienta, no quiero que los prejuicios nieguen lo que nuestros ojos ven, no quiero negar la libertad de nadie, no quiero que nieguen mi libertad. Como escribió Ángela Figuera Aymerich: «No quiero que haya frío en las casas,/que haya miedo en las calles,/que haya rabia en los ojos... y /No quiero que me tapen la boca/cuando digo NO QUIERO...».

Yo hoy estoy en huelga porque quiero ganar ese futuro que nadie nos va a regalar.

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