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Pulso independentista

Las desavenencias entre los independentistas han conducido a un mayor ensimismamiento rupturista

Martes, 6 de febrero 2018, 23:50

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El aplazamiento del pleno de investidura por parte del presidente de la Cámara catalana, Roger Torrent, afloró ayer el enésimo episodio de desencuentro en el seno del independentismo. No solo entre Carles Puigdemont y ERC. La tensión vivida a las puertas del Parlamento mostró ánimos desatados que advierten de los excesos rupturistas. El diputado republicano Joan Tardá declaró que su partido trata de «cuadrar el círculo», al intentar que Cataluña se dote de gobierno y al pretender que el mismo esté presidido por Puigdemont, secundado por Oriol Junqueras. Pero el orden de los factores no es el mismo para Junts per Catalunya, ni para el PDeCAT. Los seguidores de Puigdemont priorizan que éste vuelva a la presidencia de la Generalitat, supeditando la gobernabilidad a la premisa 'legitimista' en que fundamentan su proyecto. Por el contrario, el partido de Junqueras se muestra dispuesto a 'sacrificar' la figura del expresidente con tal de recuperar el gobierno de Cataluña para el independentismo. Las manifiestas divergencias de ayer -con Puigdemont eludiendo responder a cinco llamadas telefónicas de Torrent- son reflejo del pulso que mantienen los herederos de Convergència con ERC dentro de la concurrencia secesionista desde que ésta se hiciera realidad en 2012. Aunque hasta ahora, lejos de llevar a una u otra corriente a buscar soluciones al margen del independentismo, las desavenencias en su seno han conducido a un mayor ensimismamiento rupturista. La negociación interna en el universo nacionalista agudiza su carácter excluyente, porque incrementa el olvido de que la otra mitad de Cataluña piensa distinto; y que esa otra mitad se ve obligada a asistir a pugnas domésticas entre quienes aspiran a la gestación de una república propia que ningunea a los no independentistas. El mensaje con que Puigdemont quiso despedir una jornada tan marcada por su presencia a distancia -«no hay ningún otro candidato posible ni otra combinación aritmética posible»- invita a pensar en un bloqueo institucional que, por pura obstinación 'legitimista', puede hacerse incorregible para un independentismo trufado de acusaciones de traición.

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