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Principio de humanidad

Ni la Casa Blanca ni los gobiernos europeos pueden recurrir a la barbarie para contener la corriente migratoria

Jueves, 28 de junio 2018, 00:11

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La Administración Trump resolvió extender las fronteras de EE UU frente a la migración hasta el punto de separar a los menores que llegaban a su territorio de sus madres y padres. El llanto de niñas y niños que se sentían desamparados en una reclusión doblemente inhumana, porque de pronto les arrebataban a sus progenitores y porque acababan enjaulados por un sistema desalmado en su supremacismo, ha conmovido a la sociedad norteamericana y ha interpelado a las demás del hemisferio norte. Ni siquiera la insensibilidad de Donald Trump respecto a los migrantes ha podido contra el desagrado que la noticia provocó entre los estadounidenses. La migración tiene su causa en la barbarie que sojuzga las regiones más empobrecidas del mundo, que empuja a familias enteras a emprender el más peligroso de los éxodos para huir de algo aún peor. El camino hasta la frontera final está sometida también a la barbarie; a un peaje continuo por preservar la vida, a la arbitrariedad de la violencia de paso ejercida por personas sin escrúpulos, a la violación continuada como moneda de cambio, a la esclavitud sexual amenazando durante tan incierto tránsito. Por eso mismo resulta descorazonador que la barbarie espere al otro lado de la frontera, en nombre de la seguridad y la cohesión en las sociedades que se dicen libres. Es impensable que un país fundador de la democracia moderna como EE UU, cuya población es fruto de una continua migración desde todas partes del mundo, pudiera albergar instintos tan bárbaros frente a quienes hoy aspiran a formar parte de su ciudadanía. La vergüenza social ha obligado a Trump a corregirse en su arrogancia xenófoba. Del mismo modo que muchos dirigentes europeos sentirán que sus respectivas sociedades no secundan la vergüenza de la barbarie con que se pretende contener una migración originada precisamente por la barbarie. El Papa se pronunció con una severidad sin precedentes ante la imagen de más de 2.300 menores separados de sus padres y recluidos. Pero tanto la Iglesia de Roma como las demás se ven interpeladas a reaccionar de forma más proactiva ante un reto que compromete la propia idea de humanidad. Ni la Casa Blanca ni los gobiernos europeos pueden recurrir a distintas variantes de la barbarie para contener una corriente irrefrenable que viene de Sur a Norte y de Este a Oeste, precisamente, a causa de la barbarie.

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