Borrar

POLLITOS

LUIS J. RUIZ - DAÑOS COLATERALES

Martes, 26 de septiembre 2017, 23:43

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Fue hace ya muchos años. Quizá 30. Quizá más. El caso es que en San Mateo, más allá de visitar chamizos, ir al chupinazo, a las barracas (entonces estaban en los pedregales de República Argentina) y a los 'jipis' a buscar pulseras de cuero que duraban tres días, uno podía encontrar en las calles de Logroño vendedores de pollitos. Estaban hacinados en cajas de cartón y supongo que al cambio saldrían por poco más de 3 euros. Eso los amarillos. Los rojos, los naranjas, los verdes eran más caros. Mutaciones a base de esprays de colores. Por la calle cientos de niños paseaban orgullosos con sus pollitos.

Eran otros tiempos. Se permitía todo. Los animales, al fin y al cabo, eran eso. Solo animales entregados a la satisfacción de los más pequeños. Pocos aguantaban más de dos días. Alguno llegó a la semana. Los menos, superaron el mes y rozaron el tamaño de una gallina. El mío no llegó a la semana. Nunca hubo un segundo pollo.

Ahora no hay pollitos en San Mateo, pero los animales se siguen utilizando como un burdo reclamo para los más pequeños. Peces y ponis. El domingo una familia (numerosa) buscaba su coche en el aparcamiento de Las Norias con cuatro peceras. Una por criatura (humana). Esos cuatro peces, probablemente, ya estarán en la red de saneamiento de Logroño. Quizá, incluso, ya tengan un sustituto que correrá la misma suerte.

Y luego están los ponis. Sucios, viejos, hastiados de dar vueltas en una atracción del pasado. Es la única línea roja que he marcado en las barracas. No hay ponis. Quizá, igual que ya no se arrancan cabezas a los gallos y no se arrojan cabras desde campanarios, habría que sacar a los ponis del recinto ferial. O volver a vender pollitos.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios