Entre la euforia navideña y la llegada de las vacunas hemos vivido en un sueño. Ha ocurrido lo que sucede en la Gran Vía logroñesa ... durante las fiestas, que al poner las luces de Navidad la calle por fin se ilumina y deja de ser esa yincana sembrada de agujeros sombríos por aceras y calzadas; ahora que han terminado las fiestas y han retirado las luces se nos apaga la euforia, despertamos del ensueño y vemos que seguimos caminando por el mismo lodazal.
2021 ha empezado con el concierto de Año Nuevo sonando por casa igual que cada uno de enero, pero bastaba prestar atención a la pantalla para recibir ese bofetón de realidad al ver a los músicos desmelenar su energía frente a los asientos vacíos de la Sala Dorada; cuando llegó la Marcha Radetzky y nos vimos dando palmas solos en mitad del salón fue sencillo comprender que seguimos como en marzo, aplaudiendo todos a la vez, cada familia en su casa, deseando que el futuro llegue pronto y sea bueno.
Hablaba el maestro Muti de la importancia de la cultura justo cuando en La Rioja vivimos la primera función teatral. Un golpe en coche contra un pino de madrugada dejaba un tuit como una obra de Dickens; acababa de empezar nuestro Cuento de Navidad con aroma a aceite de motor y goma quemada. El Director General nos ha ofrecido una mezcla perfecta de dos acontecimientos que confluyen en esta época del año: el París-Dakar y el Actual, especialmente el programa Escenarios Insólitos en el que salen actores interpretando obras por los rincones más insospechados de la región. Hay que felicitarse de que no hubiera heridos, pero sobre todo hay que agradecer a Herrera que nos devolviera a la realidad. El golpe nos lo dimos todos; riojanos, esto es lo que hay. Al día siguiente nevó y todo el mundo empezó a subir fotos preciosas de paisajes blancos. Las enviaban citando ese gastado refrán, pero en realidad el año nos deja otra bonita enseñanza: «Año de nieves, hostia contra el pino».
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