Borrar

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Despertarse a golpe de martillazos es peor que hacerlo a toque de corneta: servidora no ha hecho la mili, pero me apuesto la oreja izquierda a que se sufre menos con un tararí que con un ¡tan, tan, tan! Mis vecinos están de obras. Y por el ruido, por el griterío y por la música de Cadena Dial a todo trapo, no debe de tratarse de una obra menor, sino faraónica. De pirámide de Keops para arriba.

Tras levantarme sobresaltada, he desayunado café con ¡pon, pon, pon! y he escrito a ritmo de trtrtrtrtrtrtrtr. Estos días, la banda sonora de mi vida parece compuesta por un Philip Glass desencadenado. Los ruidos inmisericordes me golpean la cabeza, tanto como el recuerdo idiota de aquella tarde en la que pasé por una obra (otra), me dijeron no sé qué, me puse nerviosa y tropecé. Los albañiles se han portado conmigo peor que el mundo árabe con María Barranco en 'Mujeres al borde un ataque de nervios'.

En el diario 'Hoy', Natalia Reigadas firma una información sobre un vecino del Casco Antiguo de Badajoz que está hasta los tímpanos de los ruidos del barrio. Harto, protesta haciendo pintadas «que recrean ruidos molestos que deben perturbar su descanso», y en la calzada han aparecido un «Bum Bam» que recrea el estruendo de una arqueta al moverse cuando pasan los coches por encima, y un «Pi, pi, pi, pi, pi, pi», el ruido del camión de la basura al dar marcha atrás. Las onomatopeyas han convertido las calles del centro de Badajoz en un tebeo, en '13, Rue del Percebe'. Yo, más que por pintar, estoy por meterme también en obras e iniciar una guerra de ruidos, a ver quién gana. Aunque mi cuerpo tiene más falta de reformas que mi casa. Será por eso por lo que los albañiles ya no me dicen nada.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios