La sana voluntad de ahorrar papel
El papel en educación es una inversión valiosísima y la escuela uno de los reductos en que luchamos literalmente para frenar la desalfabetización
Miguel Merín Martín
Profesor de Filosofía
Lunes, 3 de noviembre 2025, 21:42
Desde hace unos días tengo una preocupación que deseo compartir con toda la comunidad de aprendizaje porque creo que merece un debate que no se ... ha producido. El profesorado hemos recibido este curso de nuevo una advertencia/recomendación de usar menos papel. Esto suena bien, en principio, y parece coherente con una política medioambiental del siglo XXI. Sin embargo, habría que plantearse de manera crítica y racional las consecuencias de acatar sin más la imposición de reducir más el papel en la enseñanza.
Por ejemplo, estaría bien preguntarse en qué otros ámbitos se podría ahorrar papel, que no sean tan sensibles como la educación de nuestros hijos. Se me ocurren muchos: los catálogos de juguetes de más de 300 páginas, los álbumes de cromos entregados gratuitamente en la puerta del colegio, la propaganda política y los programas de fiestas a todo color que nos envían por correo, los buzoneos de productos varios, los flyers de comida rápida, los envoltorios de productos del supermercado, los miles de tickets que guardamos inútilmente en la cartera... Pero no, son las tareas del cole las que están haciendo peligrar el ecosistema.
Hay otra arista del problema más preocupante ¿A qué soluciones nos aboca recortar papel en los colegios? ¿Cómo trabajamos la lectoescritura? Pues obviamente, con más pantalla; es decir, en muchos casos Teams y Chromebook. De acuerdo, diría una persona sensata. Parece lógico más tecnología porque, ¿en qué sociedad crees que vivirán tus hijos?, ¿no pretenderás encerrarlos en una caverna a escribir con pluma de ganso? Cierto es que su sociedad es tecnológica, pero asumir que la única alternativa al papel la tienen firmas como Google o Microsoft es puro conformismo y vagueza mental.
Las calificaciones de nuestros hijos son información hipersensible y valiosísima. Quien no viva en una cueva sabe que el negocio más lucrativo del siglo XXI son los datos. Imagina que pudieras recogerlos de cada persona desde los 6 añitos y generar para cada una un perfil de intereses, preocupaciones, habilidades, capacidad, discapacidad, opiniones, orientación sexual, religiosa, calificaciones en todas las materias, datos cruzados sobre sus relaciones personales, conversaciones «privadas». Le damos todo eso a una empresa que te promete que no va a hacer nada con ello por cuatro euros al mes a cambio de almacenamiento y un paquete de ofimática. Si somos sinceros con nosotros mismos, creo que estamos comportándonos de forma acrítica e insensata respecto de estas empresas que hemos metido en nuestra privacidad y la de nuestros hijos sin apenas planteárnoslo.
Asumir que la única alternativa al papel la tienen empresas como Google o Microsoft es puro conformismo
No pretendo ser apocalíptico, solo llamar a la sensatez. Ni Google ni Microsoft deberían saber las notas ni el contenido de los exámenes de mis hijos, ni tener acceso a sus redacciones de opinión personal ni a sus resultados académicos de ningún tipo. Eso no vale cuatro euros al mes ni tiene un precio porque sencillamente no es asunto suyo. No es la primera vez que Google es demandado por violar la LOPD. Lo que pretendemos ignorar irresponsablemente, en mi opinión, es que los datos de hecho son su negocio y no las licencias hiperbaratas para centros escolares...
La cuentas de Google y Microsoft de los jóvenes son el pasaporte para el «contenido personalizado» y el misterioso engagement que hará que muchos de ellos apenas tengan ocio sano ni creatividad a partir de los 12 años (edad fijada aleatoriamente so pretexto de poder localizarlos cuando van al instituto). Esta cuenta los irá fidelizando antes incluso de que tengan su propia pantalla para que nadie escape a la adicción. Cuestionar a Google o Microsoft no es un acto de soberbia de gente que se siente superior; existen alternativas educativas en internet que no dependen de Teams ni de Google Classroom, solo hay que buscarlas. Un poder al que no se opone ninguna resistencia se vuelve tiránico e incontestable.
A propósito del papel, recomiendo mucho la lectura del ensayo 'Lector vuelve a casa' de Maryanne Wolf, donde revisa decenas de estudios que comparan la lectura y el aprendizaje a través de pantallas y papel. La conclusión es que no existe nada a nivel neurológico que movilice tanto el córtex como la lectura profunda y que esta no se produce al leer pantallas, entre otras cosas, por algo que ella llama el «ojo tranquilo». Es decir, un ojo que lee papel no es iluminado con fotones razón por la que la lectura es más sosegada y no «diagonal» y salteada. Este hecho influye también en el nivel de comprensión y en la memoria, aparte de en los ciclos circadianos del sueño, etc. La ciencia ya lo ha probado, seamos cuerdos.
Pido al profesorado que use papel y no nos dejemos amedrentar. La cultura no es un gasto; el papel en educación es una inversión valiosísima y la escuela uno de los reductos en que luchamos literalmente para frenar la desalfabetización. No caigamos también en el solucionismo digital barato (pero carísimo) de estas empresas; a ellas no les interesa formar a futuros ciudadanos, sino modelar clientes sumisos y acríticos desde la infancia.
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