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Mi médico

«Los gestores de la salud pública deberían abordar la medicina familiar con la atención y los recursos que su dedicación merece»

Julián Iñigo

Logroño

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Viernes, 25 de enero 2019, 13:04

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Quizás convenga preguntarse en estos días en que la atención primaria anda enfrascada en una guerra de guerrillas con las instituciones públicas que gestionan la salud de este país por qué la especialidad de médico de familia es tradicionalmente la más denigrada y la menos atractiva para los aspirantes al MIR.

Ser médico de familia implica situarse en la avanzadilla del sistema sanitario nacional. En primera linea de combate y sin trinchera posible. Un médico de familia absorbe mucho más que los meros problemas de salud de sus pacientes. Se convierte en consejero psicosocial, ausculta dolores, reconforta angustias, asesora sobre traumas, escucha... Al contrario que sus compañeros especializados en 'cachitos', los médicos de familia perciben al paciente y a su entorno familiar, laboral y social en un contexto integral y generan con ellos una especial relación de confianza. Ven en nosotros mucho más allá que un pulmón, un riñón o un páncreas. Viven más para el paciente que para generarse su propio prestigio profesional. Y, además, curan. Solucionan más del 90% de los casos que les llegan sin necesidad de derivarlos a un especialista. Sí, el médico de familia debería ser el eje sobre el que pivotase la atención sanitaria.

«El médico de familia debería ser el eje sobre el que pivotase la atención sanitaria»

Y sin embargo, ocurre todo lo contrario. La Atención Primaria es el patito feo de la sanidad española. Absorbe sólo el 14% de los recursos económicos del sistema sanitario, pese a que sus facultativos soportan con creces la mayor presión asistencial. Viven desbordantes jornadas laborales, atendiendo entre 30 y 50 citas al día de todo tipo y condición. Y, para colmo, figuran a la cola en la escala de consideración profesional entre sus compañeros. Los gestores de la salud pública deberían abordar la medicina familiar con la atención y los recursos que su dedicación merece. Y, de paso, dignificar la labor de sus trabajadores. Tal vez entonces los aspirantes a médicos vuelvan la cara hacia una especialidad que es en sí misma 'la especialidad'. La más vocacional. La única en la que un profesional puede llevarse a casa la satisfacción de que sus pacientes se refieran a él como 'mi médico'.

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