Borrar

La maté porque era mía

MARÍA ANTONIA SAN FELIPE

Jueves, 11 de enero 2018, 20:57

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

L o normal es aquello a lo que te acostumbras, señala Margaret Atwood en El cuento de la criada y eso es lo que me asusta al comenzar este nuevo año, que nos acostumbremos a considerar la violencia contra las mujeres como parte consustancial de la vida contra las que es imposible luchar. Por eso temo que se banalice el dolor de las víctimas, temo que no seamos capaces de discernir entre el sensacionalismo y la verdad, temo que nos perdamos en la hipocresía para eludir nuestra propia responsabilidad. Me asusta que sucumbamos a la resignación y nos acostumbremos a considerar normal lo intolerable.

Se habla mucho del pacto de estado contra la violencia de género pero todo suena a propaganda que oculta la carencia de medios reales para acometer no un problema sino un drama. Este año han muerto a manos de maltratadores 48 mujeres y 8 niños, para castigar a sus madres. Solo con lamentos y condenas no se erradica el problema, hace falta continuar luchando en varios frentes y para eso hacen falta recursos en educación, en atención social especializada y en instrumentos de protección de las víctimas que denuncian. Una de las últimas jóvenes asesinadas fue secuestrada por su asesino cuando no tenía protección policial, pero el fallo no es de la policía sino de la escasez de efectivos y de medios para estas tareas. Durante años este país tuvo, desgraciadamente, una legión de guardaespaldas para proteger a las potenciales víctimas de ETA, supongo que incluso en estos tiempos podemos permitirnos un mayor grado de amparo a quienes ya tienen órdenes de alejamiento. Estamos ante un problema de primer orden. Entre 2007 y 2017 han asesinado a 713 mujeres, una cifra que debe mover a hacer algo más que lamentarse y guardar minutos de silencio.

Hay otro aspecto que también me asusta y es el papel que, tanto en negativo como en positivo, pueden tener los medios de comunicación. El caso de La Manada, esos «buenos hijos» que violaron colectivamente en Pamplona a una joven o el recientemente esclarecido caso de Diana Quer, deben mover a la reflexión. El sensacionalismo ha trivializado el carácter o las reacciones de las víctimas solo para conseguir minutos de programación. Sin ningún rigor se ha insinuado incluso la culpabilidad en lo que les había sucedido. Es terrible pero es así y mientras seguimos mirando la pantalla como si estuviéramos viendo una película de ficción. En realidad, también nosotros tenemos parte de culpa en fomentar maledicencias que abonan el machismo que persiste y persiste con una fortaleza milenaria. Debemos exigir rigor, esa debe ser nuestra misión.

Permítanme añadir que quienes creemos que la igualdad y la libertad de las mujeres debe ser sagrada no podemos dejar de congratularnos con esos pequeños gestos que nos demuestran que todavía queda esperanza. Anna Muzychuk, la joven ucraniana campeona mundial de ajedrez, se ha negado a competir en Arabia Saudí por las condiciones que imponen a las mujeres. Es un pequeño gesto pero es una gran gesta en un mundo tan competitivo y egoísta. Por eso espero que el lema machista por excelencia «la maté porque era mía» se sustituya algún día por la amé porque era libre. Espero que los Reyes Magos, que son los padres de la patria, tengan a bien no romper esta carta a la esperanza.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios