Europa ¿continente o contenido?

Entre espías y tractores

Sábado, 10 de febrero 2024, 23:11

Cuando era chiquita jugaba a desenroscar mentalmente un largo catalejo. Cerraba un ojo y a través del otro me miraba a mí misma desde algún ... lugar lejano. Me veía moverme por mi cuarto que ya no era mi cuarto, sino una maqueta en 3D, escuchaba mi respiración con el eco de un astronauta. El catalejo apuntaba a mi cogote y yo me desdoblaba, aprendiendo a mirar con extrañeza mi pequeño mundo de certezas. Quizá sea el vértigo de estos tiempos que nos ha regalado 2024, pero últimamente he vuelto a tener la tentación de sacar ese catalejo en los pasillos del Parlamento Europeo. Había pleno en Estrasburgo y ha tocado un capítulo de espías: 433 eurodiputados de 507 han denunciado su «total indignación» por los continuos esfuerzos de Rusia en socavar la democracia europea.

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Una investigación periodística desveló que la veterana eurodiputada letona Tatjana Zdanoka habría servido como informante para el servicio federal de seguridad ruso (antigua KGB) durante más de una década. Entre sus muchas actividades en el Parlamento, Zdanoka se erigió como «observadora electoral» en el referéndum de Crimea de 2014. En 2022 fue expulsada del grupo de Los Verdes por negarse a condenar la invasión rusa de Ucrania. Ahora, sus compañeros exigen una investigación a fondo y posibles procedimientos penales. Más allá de la anécdota personal, el texto vuelve a condenar la probada financiación rusa de partidos eurófobos en diferentes procesos electorales, como el de la francesa Le Pen. Se mencionan otros casos de injerencia, como la facilitación de narrativas a partidos y actores de extrema derecha en Alemania para debilitar el apoyo a Ucrania, o la creciente desinformación en redes sociales. Los intentos del Kremlin para desestabilizar la democracia en la UE llegarían incluso a España. Los eurodiputados muestran en el texto su «profunda preocupación por las supuestas relaciones entre los secesionistas catalanes y el gobierno ruso» y exigen que se investiguen estas conexiones y el encuentro de Puigdemont con un exdiplomático ruso en vísperas del referéndum de 2017. Bucear en los párrafos de esta resolución en febrero de 2024 es como cerrar un ojo y desenroscar el catalejo: aunque no queramos verlo, Rusia ha vuelto a su guerra fría, versión 2.0.

Mientras , fuera del edificio circulaban los tractores tratando de competir con ruido en su denuncia por la situación de los agricultores. Me pregunto si ellos también conectan su malestar con el asunto ruso, pues fue la invasión de Ucrania lo que provocó la inflación desbocada, el encarecimiento de la gasolina y los problemas de abastecimiento. Lo sé, tampoco Rusia puede tener la culpa de todo. Los agricultores exigen –con cierta razón– no volver a ser los perdedores de una transición verde hacia la descarbonización que ha sido la punta de lanza de esta legislatura europea. Reclaman precios justos, menos exigencias ambientales y el fin de la competencia desleal de países terceros. Y como estamos en precampaña electoral y existe un riesgo real de que partidos eurófobos capitalicen este malestar en las urnas –recuerden: elecciones europeas el 9J–, la respuesta institucional ha sido veloz: tras diez días de protestas, la presidenta de la Comisión Europea ha prometido aparcar la propuesta que exigía una reducción a la mitad en el uso de pesticidas, la derogación de las normas de barbecho en 2024 sin perder los pagos directos o la posibilidad de introducir salvaguardias a la importación ucraniana de cereal, entre otras medidas. Todo un regate en corto, útil para aliviar la presión más urgente del sector, pero que no resuelve, admitámoslo, la cuadratura del círculo: el necesario compromiso de la UE para liderar la lucha contra un cambio climático feroz, del que los agricultores volverían a ser sus mayores perdedores.

Termina otra semana de locos. Y ya solo quedan 16 para nuestra cita en las urnas.

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