Europa, ¿continente o contenido?

Arrepentirse es de cobardes

Sábado, 9 de diciembre 2023, 22:13

Con tanta polarización, apenas reconozco a esta España mía tan tensionada. Así, tratando de escapar de los manoseos discursivos sobre nuestra querida Constitución en su ... 45 aniversario –definitivamente, tuvo tiempos mejores–, este puente decidí cambiar el telediario por las orejitas de Mickey Mouse y saldar mi vieja deuda con Eurodisney, antes de que la última de mis hijas me reprochara hacerlo demasiado tarde. Dos intensos días después, constato que lo fácil es volver a tener sueños de niña y que más duro es seguirle el ritmo a mi yo adolescente. Nada, una contractura de cervicales que bien valió la pena por probar la súperlanzadera supersónicaespacial para espíritus rebeldes. Y digo que lo valió porque arrepentirse es de cobardes.

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La peor noticia llegó por la noche: huelga de la Deutsche Bahn (¿alemanes en huelga y no franceses?), que acabó con la cancelación de nuestro cómodo tren rápido París-Frankfurt y nuestra reubicación en un FlixBus de dos plantas. Mis cervicales y yo, a nueve horas de autocar hasta nuestro siguiente destino familiar. Vamos a llevarnos bien, queridas, vamos a llevarnos bien.

En fin, sigue siendo un viaje en familia, me he consolado, y nos dará la oportunidad de enseñarles a las niñas los paisajes de media Europa... si levanta algo la niebla.

Ni familia, ni paisajes. De repente, un gentío variopinto de la gare parisina se ha abalanzado a coger el mejor asiento en este autobús de doble planta, dejándonos a nosotros cinco cual islote de Perejil, diseminados en un colorido mar de bolsas, maletas y cháchara en francés. No es que a mis adolescentes les molestara demasiado, acostumbradas a fortificar su condición isleña con pantalla y cascos inalámbricos. Pero yo, ah, yo estaba profundamente irritada. Las normas son las normas ¿no?

Bueno, parece que aquí no se lleva lo de respetar los asientos asignados, repetía indignada y ofendida en español. Al rato (un rato in-ter-mi-na-ble), mis cervicales y yo hemos llegado a Metz, casi frontera con Alemania, donde la mayoría de pasajeros ha descendido otra vez de golpe.

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Ahora nos haremos nosotros los fuertes ¡ésta es la nuestra!, he anunciado con determinación, urgiendo nuestra hispanoruidosa reunificación familiar en los mejores asientos del bus. Bien, nos lo debíamos, chicas. ¿veis? Flexibilidad española para reinterpretar las normas.

Una pírrica victoria, ahora me río, que ha durado hasta el primer reproche de un educado estudiante alemán que al subir nos reclamaba con tenacidad y ojos incrédulos 'su' asiento asignado. Y otra viajera. Y otro... ¿y cómo explicarles que...? Oye, ni que... vuelta a casilla de salida, ahora más dolida porque la ofensa escuece el doble cuando no se tiene razón.

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Bueno, chicas, claro, es que esto es Europa, cada uno su cultura, ¿veis? Por eso el lema es unidos en la diversidad y eso, que cada cual sus reglas y... y luego me he callado de golpe cuando mis adolescentes han empezado a poner los ojos en blanco. Lo sé, lo sé. La lección no era esa. Pero las cervicales y mi orgullo aún me gritan que arrepentirse es de cobardes. Y así nos va.

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