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El juramento a la bandera

La supresión del servicio militar obligatorio ha supuesto que la mayoría de los jóvenes españoles no hayan podido jurar bandera; no obstante, muchos ciudadanos han querido comprometerse públicamente con su país a través de un acto semejante

PEDRO PEJENAUTE MORAGA. - CORONEL DELEGADO DE DEFENSA EN LA RIOJA

Martes, 1 de mayo 2018, 23:34

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La necesaria lealtad a jefe o líder en las guerras viene de lejos en la historia. En la antigüedad, parece probada la existencia de rituales de juramento de lealtad al jefe del clan o tribu antes del combate; era una lealtad a su persona, hasta morir junto a él.

En el Imperio romano, en tiempos del emperador Augusto -siglo I-, mediante la ceremonia del 'sacramentum' (hacer sagrado) los ciudadanos tenían que prestar juramento para poder entrar en las legiones, lo que confería un importante valor jurídico al acto. El juramento al emperador no tenía un carácter de lealtad a la persona, sino a Roma, aunque en tiempos posteriores se obligaba a repetir el juramento cada año, como muestra de lealtad al emperador.

En la España de la Reconquista existieron diversas fórmulas de juramento de lealtad, la mayoría de ellas hacia el caballero o hacia el municipio que aportaba la milicia a la guerra, que eran los que respondían ante el rey del buen hacer de sus hombres.

Ya durante la Edad Moderna, El maestre de campo riojano Sancho Londoño, en su libro 'Discurso sobre la forma de reducir la disciplina militar a mejor y antiguo estado', publicado en 1594 y considerado como las primeras ordenanzas de los ejércitos del rey, señala: «Que todos los soldados, después de ser elegidos por sus capitanes con las circunstancias que en tal elección se requiere, al tiempo de ser admitidos por los oficiales del sueldo, con juramento solemne se obliguen a servir bien y fielmente a su majestad y a sus capitanes generales, a obedecer a todos sus superiores, a no partirse del ejército ni de sus compañías sin licencia en escrito de quien se la pudiere dar». Esta fórmula de juramento ya no es la propia de la Edad Media dirigida al señor que levantaba la mesnada, sino hacia el rey y a sus delegados: los capitanes generales, por lo que sigue siendo un compromiso con la persona del rey.

Hay que notar que el acto de juramento solemne tenía un valor añadido que ahora tal vez se nos escape: la España de Felipe II es una España de profundas convicciones católicas; era un grave pecado tomar el nombre de Dios en vano, por lo que el juramento, además de un compromiso con el rey también era un compromiso con Dios.

Las ordenanzas de Carlos III de 1768, gran compendio de los deberes y obligaciones militares, incluyen las formalidades para «el juramento de fidelidad a las banderas» de los soldados, incluyendo una fórmula que en su esencia se ha mantenido hasta la fecha: «¿Juráis a Dios y prometéis al rey el seguir constantemente sus banderas y defenderlas hasta perder la última gota de vuestra sangre y no abandonar al que os esté mandando en acción de guerra o disposición para ella?». En estas ordenanzas se hace referencia a las banderas como símbolo del rey, que no de España, ya que el ejército aún es patrimonio real.

El siglo XIX, con sus importantes cambios políticos fruto de la Revolución Francesa, hace que el ejército deje de ser del rey y pase a ser de la nación: «La nación en armas», que defiende los intereses del pueblo soberano. La fórmula empleada para el acto solemne de juramento, incluyendo la posibilidad e incluso la obligación de promesa, ha ido cambiando con el correr de los tiempos, pero ha mantenido siempre su esencia: el compromiso con España.

El juramento o promesa ante la bandera de España ha sido y es obligatorio para para formar parte de las Fuerzas Armadas, tal y como recoge nuestra legislación, pero la supresión del servicio militar obligatorio ha supuesto que la mayoría de los jóvenes españoles dejen de realizar este acto; su corolario es que muchos ciudadanos han manifestado su interés en comprometerse públicamente con su país a través de un acto de jura de bandera. Así, en los últimos años, más de 55.000 ciudadanos españoles han jurado bandera en actos públicos en distintas localidades, embajadas en el extranjero y buques de la Armada que atracaban en distintos puertos.

En Logroño, en el año 2012 juraron bandera 230 ciudadanos. El próximo 12 de mayo, en Calahorra, todos los riojanos y el resto de los españoles tendrán ocasión de manifestar públicamente su compromiso con España, su Constitución, sus valores y con el bien común de todos.

Para ello, además de solicitarlo previamente en la Delegación de Defensa, cuando el oficial que tome juramente diga: «¡Españoles!, ¿juráis o prometéis por vuestra conciencia y honor guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, con lealtad al Rey y, si preciso fuera, entregar vuestra vida en defensa de España?», deberán contestar «!sí, lo hacemos!» y refrendarlo con un beso a la bandera.

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