Alto fuego en Gaza: el fin de las bombas, no de la impunidad
Palestina no puede esperar más. Solo un pueblo unido, con su resistencia legítima respaldada internacionalmente, podrá romper las cadenas de la ocupación
El cese del fuego en Gaza es un respiro necesario frente a años de genocidio sionista contra el pueblo palestino. Pero esta tregua no borra ... décadas de violencia ni borra la historia de un pueblo que ha sufrido expulsiones, despojos y ocupación. La tragedia que hoy presenciamos no comenzó el 7 de octubre: sus raíces se remontan a 1948, con la Nakba, cuando cientos de miles de palestinos fueron expulsados de sus hogares y despojados de sus tierras. Desde entonces, la ocupación israelí, los asentamientos ilegales y la violencia sistemática han marcado la vida de Palestina, mientras la comunidad internacional ha permitido que la impunidad se perpetúe.
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Este respaldo internacional a Israel no es casual. Europa y España, al financiar, armar y legitimar a quienes destruyen Gaza y asesinan a civiles, han consolidado un sistema de doble moral: proclaman su compromiso con los derechos humanos mientras avalan la ocupación y la violencia sistemática. Hablar de paz mientras se sigue asesinando y expulsando a palestinos es pura hipocresía. No existe neutralidad posible cuando se venden armas usadas contra civiles y se legitima diplomáticamente la ocupación.
El reciente acuerdo promovido por Trump plantea un gobierno transitorio supervisado por organismos internacionales bajo la influencia de Estados Unidos y figuras como Trump y Blair, excluyendo a actores palestinos legítimos y cuestionando la autodeterminación del pueblo palestino.
Propone la desmilitarización de Gaza y planes de desarrollo económico controlados desde el exterior, vulnerando la soberanía palestina y abriendo la puerta a negocios especulativos y a imposiciones externas sobre la vida del pueblo. Este intento de imponer soluciones desde fuera evidencia que la paz superficial sin justicia histórica no es paz, sino consolidación de la ocupación.
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Frente a esto, los diferentes grupos armados palestinos —las Brigadas Al Qassam, las Brigadas Al Quds, las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, el Frente Popular para la Liberación de Palestina y los Comités de Resistencia Popular— respaldaron la respuesta de Hamas al plan estadounidense. Esta unidad demuestra que la resistencia palestina no aceptará que se decida su destino sin su participación y que defenderá sus derechos históricos frente a imposiciones externas. Saludar el cese de la violencia no implica avalar acuerdos que ignoren la dignidad y los derechos del pueblo palestino: cada tregua sin justicia es solo un aplazamiento del sufrimiento y un riesgo de nuevos ciclos de violencia.
La justicia exige medidas concretas: los responsables del genocidio sionista deben ser juzgados en tribunales internacionales y sus crímenes contra la humanidad condenados sin excusas ni retrasos. La impunidad no
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puede ser el precio de un alto el fuego temporal. La paz duradera solo será posible cuando se reconozcan los derechos históricos de Palestina, se ponga fin a la ocupación y al bloqueo, y se respete plenamente su soberanía.
El pueblo palestino ha resistido décadas de ocupación y guerra. Su lucha es legítima. No basta con detener los bombardeos: es necesario proteger a los civiles, garantizar el retorno de los desplazados y juzgar a los responsables de las masacres. Este cese del fuego debe ser el primer paso hacia un compromiso real con la justicia, no un acto simbólico para lavar la conciencia de gobiernos cómplices.
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Palestina no puede esperar más. Solo un pueblo unido, con su resistencia legítima respaldada internacionalmente por la solidaridad de los trabajadores y los pueblos, podrá romper las cadenas de la ocupación y la impunidad. No habrá paz verdadera mientras el genocidio continúe impune. La solidaridad internacional, la denuncia sin concesiones y la presión sobre gobiernos cómplices son imprescindibles.
Palestina exige justicia, soberanía y libertad, y ninguna tregua parcial ni acuerdo impuesto desde fuera puede reemplazar la acción de los pueblos que luchan por la emancipación.
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