Tribuna

El árbol de la creatividad en el campo universitario

No sólo se puede aprender creación literaria todos los niveles de enseñanza. Se debe

José Díaz-cuesta y Alicia Muro Profesores de la Universidad de La Rioja y Codirectores del II Congreso Internacional Multilingüe de Escritura Creativa

Martes, 4 de noviembre 2025, 22:04

Érase una vez un árbol que plantaron la esposa, familiares y amigos de un profesor universitario, Carmelo Cunchillos, fallecido poco antes. Un árbol que se ... podría confundir, por su significado, con el árbol de la vida. Un árbol que bien podría ser el de la creatividad, surgiendo literalmente de las cenizas de aquel profesor que tanto contribuyó a traer personas creativas a Logroño que quizá hayan insuflado vida a vocaciones y carreras literarias.

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Pero, ¿se puede enseñar la creación literaria? ¿Se puede aprender a escribir, a vivir, creativamente? Y, en la Universidad, ¿también se puede? ¿Es posible fomentar la creatividad en personas que no hayan escrito o que crean que no pueden escribir? Estas preguntas hace mucho que tienen respuesta afirmativa en diversas ramas del conocimiento de universidades anglosajonas. Más recientemente, se ha empezado a contestar que sí se puede en centros universitarios españoles. También en la UR.

El paso por la Universidad es, en ocasiones, el último momento para que brote la persona creativa que llevamos dentro, antes de incorporarnos a la vida laboral e intentar buscar esa voz propia en la que nos reconozcamos y nos reconozcan. Pero, ¿sirve para algo? Desde luego, por ejemplo, para fomentar la creatividad en enseñanza y aprendizaje de lenguas, la propia o una extranjera. ¿Y en alguna otra disciplina? En el Grado en Estudios Ingleses del campus público riojano, por ejemplo, cada año se intenta realizar un cortometraje. No sólo se puede aprender creación literaria en la Universidad y en los demás niveles de enseñanza. Se debe.

La cita será también un pequeño homenaje para alguien tan grande que vivió, creció y floreció: el profesor Cunchillos

Debemos formar a personas que, con savia nueva, sepan afrontar de manera creativa problemas de la vida laboral y de su entorno personal a los que no se hayan enfrentado antes. Sabrán hacerlo porque habrán interiorizado técnicas que les permitirán encontrar soluciones donde sólo había incertidumbre.

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Para muchos el miedo a escribir se asemeja al miedo a vivir. Enseñar a pensar, aprender a vivir. Aprender a escuchar. Soltar a tus demonios, como hojas al viento, y sanar. Y contagiar a las demás personas de tu sanación. Echar raíces y, aunque te trasplanten o te autotrasplantes, ser capaz de sobrevivir, crecer y desarrollarte en otra tierra.

La creatividad no sólo nos hace más libres, sino que nos puede ayudar a ser líderes en las empresas y los desempeños que nos depare la vida, y acoger al amparo de nuestra sombra a nuestro equipo, como hizo en su día y sigue haciendo aún hoy Carmelo Cunchillos.

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A veces nos encontramos con la dicotomía entre vivir o escribir, vivir o filmar, vivir o crear. Escribir viviendo, vivir escribiendo: no hay dicotomía, son dos caras de una misma moneda, una misma hoja. Incluso, a veces, la misma cara de una misma hoja, la escritura y la vida.

En un mundo acuciado por las noticias falsas y las posibilidades crecientes de la inteligencia artificial, cada vez resulta más necesaria la creatividad. Se vuelve imprescindible ser capaces de plantear nuevas posibilidades, de tomar diferentes direcciones, de rescatar ideas que, si bien remotas, sean únicas. Además, es necesario que, de lo más recóndito de los cajones de las asépticas naves espaciales en las que se están convirtiendo muchas casas, extraigamos un libro y, apoyándonos en él, en lecturas previas y en nuestras propias vidas, creemos mundos de ficción que sanen nuestras heridas, o que ayuden a otras personas con las suyas, o que simplemente ayuden a que cada lectora, cada lector, se identifique con personajes que nos permitan ponernos en la piel del otro y, con ello, contribuyan a que seamos mejores personas.

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Viene esto a cuento de que este jueves 6 y viernes 7 de noviembre, en el edificio Quintiliano de la UR, y el sábado 8 en Cilengua, en el Monasterio de Yuso de San Millán –cuna, por cierto, de la lengua española–, habrá tiempo y espacio, en el marco del II Congreso Internacional Multilingüe de Escritura Creativa, para la revista literaria Fábula, para un pase de prueba de un cortometraje realizado por estudiantes; para la presentación de una traducción de vuelta al español de la edición de 'Bodas de sangre' de Marina Carr, para saber de las andanzas de Graham Greene de la mano del profesor y escritor Carlos Villar Flor; para escuchar a Espido Freire y a Marta Sanz, escritoras y también profesoras, a Carlos Aguasaco, codirector de la edición inicial de este mismo congreso celebrada el año pasado en Nueva York; y para ver y escuchar a personas que creen en el aprendizaje y enseñanza de la creatividad literaria.

En esta edición se seguirá hablando de estos y otros muchos temas que resulten de la original combinación entre académicos, escritores, lectores y aspirantes a escritor. Habrá también hueco, influidos tal vez por las fechas actuales, en que las hojas caen de los árboles (y hace poco hemos rendido tributo compartido a nuestros difuntos), para el homenaje en forma de unas palabras y una foto de familia de los congresistas que nos quieran acompañar, al pie de ese árbol plantado en memoria del primer catedrático de Filología Inglesa de la UR. Será un pequeño homenaje para alguien tan grande que vivió, creció y floreció, y al que las personas que le conocieron y todas las que lo deseen están cordialmente invitadas a asistir. Los árboles son símbolo del origen del papel en el que se sigue escribiendo y publicando, de la transmisión del conocimiento, que es misión de la Universidad y los universitarios. Uno de esos árboles, que preside el cartel del congreso, es el del profesor Cunchillos.

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