La cultura del esfuerzo, según la FER
Accidentarse o sufrir una enfermedad profesional es responsabilidad de la empresa
El pasado 6 de octubre publicaba este diario un análisis del comportamiento de la contratación riojana, acompañada de una entrevista realizada al responsable de Asesorías ... de la Federación de Empresas. Para abrir boca, éste denunciaba la supuesta «paradoja» de contar con 12.000 desempleados en La Rioja y aun así no poder cubrir las vacantes existentes ante lo que proponía un aumento de la flexibilidad en la contratación. He aquí la primera contradicción, en tanto en cuanto la Federación de Empresas siempre argumenta falta de perfiles cualificados para explicar esta demanda no cubierta por lo que resulta difícil entender cómo aumentar la flexibilidad de la contratación ayudaría a mejorar esa supuesta carencia de perfiles.
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Por otro lado, el titular de Asesorías de la FER denunciaba que se había producido una «demonización» de la contratación temporal «con argumentos carentes de sentido». Señores de la FER, la contratación temporal no se ha demonizado, sólo se ha regulado para evitar su uso abusivo. Quiero recordarles, como bien saben, que un porcentaje superior al 70% de estas contrataciones se producían en fraude de ley, con obscenos encadenamientos de contratos que se han estado utilizando durante años.
La contratación temporal se puede seguir utilizando bajo la modalidad del Contrato Temporal por Circunstancias de la Producción, es decir, motivado por la carga de trabajo o por la estacionalidad. La siguiente pregunta es, ¿por qué entonces no se acogen a esta modalidad contractual temporal permitida? Muy sencillo: la empresa debe justificar el motivo de la citada circunstancia de la producción, por lo que o bien no es debidamente justificada –¡vaya sorpresa!– o el trabajo que conlleva redactarlo resulta tedioso. Parece más fácil «obligar» a la plantilla a realizar horas extras –que en muchos casos no se cobrarán– o realizar un contrato indefinido con idea de extinguirlo –alegando no superar el periodo de prueba– que contratar a otra persona con un contrato temporal ajustado a derecho, con sus garantías y su correspondiente protección de la salud. Esto, claro, supone un esfuerzo tremendo para las empresas que con el respaldo de las asociaciones empresariales predican con la cultura del esfuerzo, pero solo en una dirección, la que más les interesa.
Por otro lado, si de demonizar injustamente conceptos se trata, les pediría que dejen de utilizar el término «absentismo» para referirse a cuestiones que nada tienen que ver con ausentarse por voluntad propia y deliberada del puesto de trabajo, que es como lo define la RAE. Ni las incapacidades temporales –por cierto, en aumento–, ni los accidentes laborales –cada vez más graves– ni las enfermedades profesionales o por contingencias comunes son absentismo. Enfermar o tener un accidente en el trabajo no es ausentarse injustificadamente del puesto de trabajo. Más aún, accidentarse o sufrir una enfermedad profesional es responsabilidad de la empresa, fruto de incumplimientos en materia preventiva, no del trabajador, que en último término sólo es víctima.
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¿No sería más productivo y beneficioso para todos que las empresas mejorasen las condiciones laborales, invirtiesen en prevención de riesgos laborales, facilitasen la conciliación o redujesen las cargas de trabajo? De nuevo, todas estas medidas conllevan un esfuerzo que no están dispuestas a realizar pese a que cada euro que se invierte en prevención de riesgos laborales tiene un retorno a medio plazo de cuatro euros. Sólo por esta razón ya merecería la pena esforzarse en ello en lugar de culpabilizar a las personas trabajadoras por enfermar o accidentarse.
Y a todo ello, cabe subrayar el esfuerzo –en este caso sí– que emplean para escudarse en la saturación del sistema sanitario con el fin de solicitar más poder a las Mutuas. ¡Ay, las mutuas! En esencia, una mutua es una asociación privada de empresarios sin ánimo de lucro –véase la contradicción en sí misma– que colabora con el sistema de Seguridad Social para la gestión de prestaciones sanitarias y económicas derivadas de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales. La definición es muy clara, pero es más que evidente que la gestión sanitaria brilla por su ausencia; es más, en demasiadas ocasiones, en lugar de buscar la recuperación completa de las personas trabajadoras, se otorgan altas indebidas sin valoración médica alguna, aludiendo que el tiempo de baja es más que suficiente para su incorporación.
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He querido desgranar este rosario de contradicciones y abusos para demostrar que gran parte del esfuerzo empresarial se invierte en desviar la atención de lo realmente importante: la mala praxis de muchas de ellas en materia de contratación y condiciones de trabajo.
En España mueren dos trabajadores o trabajadoras al día en su puesto de trabajo. Y todo ello porque la cultura del esfuerzo solo se enfoca hacia las personas trabajadoras. No seré yo quien reste valor al esfuerzo de una persona emprendedora que decide iniciar un negocio, desarrollarlo y hacerlo sostenible. No me refiero a esa clase de esfuerzo que, por otro lado tampoco es desinteresado. Sin embargo, no es justo dirigir el foco en su totalidad a las personas trabajadoras.
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Seamos conscientes de que la cultura del esfuerzo es cosa de todos; seguramente de este modo las empresas ganen en productividad, reduzcan la siniestralidad laboral y terminen por reconocer que su mayor riqueza no se mide en euros, sino en trabajadores y trabajadoras sanos. Por nuestra parte, seguiremos esforzándonos en denunciar este tipo de situaciones, exigiendo que se cumpla la ley; a fin de cuentas, nos va la vida en ello.
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