Si uno va, como tantas otras veces, al Diccionario de nuestra querida Real Academia (que si cambia de director o que si no y a ... ver cuándo y quién) y busca 'idiota', encuentra, acaso sin sorpresa, que proviene del latín 'idiota', que en romano quiere decir más o menos lo mismo que en castellano. El Diccionario informa además de que el término latino es un traslado, a su vez, del griego 'idiotes', que (esto ya no lo explica el DRAE) vendría a ser algo así como 'persona privada o particular', 'simple ciudadano' 'persona del común': es fácil deducir por qué vías se desplaza el significado de esta palabra desde lo particular y lo privado en general hasta especializarse en el tipo más limitado de particularidad que hoy identificamos con la idiotez.
Para los griegos antiguos de la Grecia más griega (cuando Pericles y compañía y el Partenón y todo eso), lo de 'idiotes' tenía también una acepción en el campo de la política: el idiota etimológico (no como insulto, pero sí con sentido despectivo y clara connotación de censura) era el que no participaba de la vida pública, el que se ocupaba tan solo de sus propios asuntos, el que se desentendía de la polis. Etimológicamente, pues, 'apolítico' e 'idiota' son sinónimos casi perfectos.
Viene esto a que hay algunas palabras que, sobre todo cuando se pronuncian más de dos o tres veces por semana y por la misma persona aparentemente normal, ponen a sus usuarios en serio riesgo de caer en la idiotez: a fuerza de querer pasar por perspicaces, demuestran más desentendimiento que otra cosa.
Una de esas palabras es 'geopolítica', que se invoca a menudo y se suelta casi con deleite ante cualquier desgracia internacional: «no, es que la geopolítica...»; todo hay que entenderlo «en términos de geopolítica»; que si China, que si Rusia, que si tal. Las banalidades más banales se tiñen de profundidad si en la frase se incluye 'geopolítica'.
Otra palabra que me desespera es 'librepensador', con la que afectadamente se refieren a sí mismos individuos de ideas particulares, sí, pero adoptadas y que imaginan propias, heterodoxas y atrevidas: más que de pensamiento libre, a mí me parecen a menudo libres de pensamiento.
Una tercera sería la de 'mercado', amigos, metáfora o descripción retorcida hasta la saciedad que en la conversación común se aplica fuera de la economía sobre todo a las relaciones sentimentales, y dentro de la economía, con el adjetivo 'libre' sirve para camuflar monopolios, oligopolios, monopsonios y otras estructuras benéficas, como cualquier economista no sabe.
Cada uno tendrá su lista de palabras idiotas: estas son algunas de las mías, desde mi misma propia percepción particular, que seguro que es tan idiota como la de cualquiera o incluso un poco más.
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