Tango del Pepe
«Si supiera hacer canciones, de corazón y manos abiertas hoy haría un tango para el amigo Pepe, para el maestro Mujica, para el compañero presidente»
Jonás Sainz
Logroño
Domingo, 18 de mayo 2025, 12:27
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Jonás Sainz
Logroño
Domingo, 18 de mayo 2025, 12:27
Si supiera hacer canciones, de corazón y manos abiertas hoy haría un tango para el amigo Pepe, para el maestro Mujica, para el compañero presidente. ... Tomaría un ramillete de sus frases lapidarias y se las daría a cantar a la guitarra. «No se cansen de ser buenos –empezaría la copla–. Aunque ser bueno no sirve para mucho...»
Por fortuna aún tenemos trovadores como Silvio para componer cantos de urgencia con sus enseñanzas y decir hasta siempre sin rabia: El daño que me hiciste se fue por donde vino; aprendizaje triste, pero no mi destino. Jamás soñé venganza ni prolongué lamentos, presentí la esperanza tras la sombra del viento. Y me crecí de todo lo bueno y lo terrible escudriñando modos de ensanchar lo posible. Supe arrancarme clavos y seguir sonriente, no quise ser esclavo de una cuenta pendiente. La vida se hace breve, para hacerla mejor espero que quien quede viva para el amor. La vida fue a mi lado por donde supe ir, la vida fue pasado pero más porvenir.
Más porvenir, sí, pero más rebelde querría yo mi canción. Cuando alguien ha sido guerrillero antes que jefe de un gobierno y filósofo del pueblo después de tanto, hay que hacerle caso si habla de revolución. El expresidente uruguayo lo hacía a menudo y no de forma idealista sino con la plena convicción de que transformar este mundo es la única forma de garantizar un futuro justo a la humanidad.
Hace unos años, al poco de renunciar al cargo de senador debido a lo que él llamó «el cansancio del largo viaje de la política» y retirarse a la militancia popular, le concedieron un premio en un pueblo granadino llamado La Zubia y al recogerlo habló, por supuesto, de revolución. Curiosamente se trataba de un premio literario, el Laurel de Plata, y se lo dieron por representar la expresión «más genuina de lo mejor del ser humano y de la política hecha poesía». La política hecha poesía es un concepto quizás algo ampuloso, sobre todo para una persona tan sencilla como Pepe, pero resulta una idea valiente pensar que se puede servir a los demás −eso es la política− y hacerlo de una forma noble, hermosa y ejemplar. Desde luego, si hubiese que referirse al común de los actuales dirigentes mundiales habría que hablar más bien de la política hecha disparate, y ello sin olvidar que en democracia los políticos no son sino el reflejo de la sociedad a la que representan.
La cuestión es que el maestro y compañero Mujica agradeció el premio con uno de esos discursos suyos tan memorables, siempre llano en el hablar y al mismo tiempo de gran altura moral y de pensamiento. Lo que dijo en aquel contexto de poetas y literatos fue que las revoluciones no se hacen a tiros −y eso debía de saberlo él, que se colgó la pistola al cinto en su juventud con los tupamaros−, «las revoluciones ocurren cuando surgen nuevos parámetros culturales que guían a la gente». La verdadera fuerza, en su opinión, no está en los gobiernos ni en los ejércitos, sino en lo que llamó «la cultura funcional de un sistema en el que la humanidad vive la fiebre de destrozar un planeta por acumular ganancias». Es decir, que el poder está en la gente, pero en vista de la deriva de la historia de la humanidad, lo estamos ejerciendo como bárbaros y no como personas civilizadas. Frenar eso, en eso ha de consistir la revolución cultural. «Cambiar la cultura, si no, no cambia nada».
Y nada está cambiando; al menos no en ese sentido. La cultura global ha tomado quizás definitivamente la deriva de la irrealidad virtual y su distanciamiento de los problemas del mundo real parece irreversible. La cultura en su expresión cotidiana, lo que el ciudadano de a pie entiende por cultura y lo que los políticos gestionan como tal, es una simple manifestación de lo que al capitalismo le conviene: productos de ocio y tiempo libre. De modo que la cultura con inquietud intelectual, capacidad crítica y compromiso de transformación es cada vez más minoritaria en comparación con la ingente producción de esa 'otra cultura' de evasión para consumo masivo. Por añadidura, existe la tendencia política de conectar cultura y turismo y de priorizar solo aquello que se puede rentabilizar desde un punto de vista económico y publicitario. La cultura, en cambio, entendida como bien colectivo al que todos deben tener acceso, se amortiza precisamente como un servicio público universal y no por la cuenta de resultados. Pero esta parece ser la muy limitada y decepcionante preocupación cultural de nuestros políticos, no la inquietud transformadora de la que hablaba Mujica, sino la que ellos entienden cuantificable en votos electorales.
Contra eso iría mi milonga. Pero es el Pepe el que hoy nos deja su tango de dignidad, un tango para no rendirse, ese tango que dice: «No se cansen de ser buenos. Aunque ser bueno no sirve para mucho, sirve para no arrepentirse de uno mismo».
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