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Y Johnny cogió su guitarra

BERNARDO SÁNCHEZ

Sábado, 16 de diciembre 2017, 23:23

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Johnny Hallyday se quiso parecer a Elvis Presley y todo el mundo se quería parecer a Johnny Hallyday. Incluso Johnny Hallyday se quería parecer a Johnny Hallyday. Johnny Hallyday era el hombre que se quería parecer a sí mismo. Y esto, claro, resulta siempre lo más complicado, porque supone mantener el tipo, mantenerse 'en' el tipo. En su caso, hacerse el duro sin interrupción. Lo cual conduce a la sobreactuación, o a la caricatura. Le pasó a veces a Johnny Hallyday. Inevitablemente. Yo diría que es prácticamente imposible tener éxito en lo de parecerse a uno mismo. Sobre todo si eres el mito Johnny Hallyday. Es menos comprometido parecerse a cualquier otra persona, que te lo ponga más fácil. Pero Johnny Hallyday se quiso parecer al mismísimo Johnny Hallyday hasta las últimas consecuencias: tener lo mismos ojos de Luzbel, llevar la misma chupa que él, cantar como él, tatuarse como él, llevar las mismas gafas que él, casarse tantas veces como él, correr el Dakar como él, vender tantos millones de discos como él y morir como él, a bout de souffle, rodeado de miles de Johnny Hallydays a su alrededor. La mayoría de estos Johnny Hallydays, hombres y mujeres Johnny Hallydays, le hubieran ganado en un concurso de imitadores de Johnny Hallyday. Para varias generaciones de franceses parecerse a Johnny Hallyday ha sido una carrera, un grado, un 'tributo' -como se dice ahora- permanente. Ya se ha visto esta semana. Ha sido morir Johnny y de pronto han surgido, de la Francia interior, miles de Johnnys, rezando sus canciones, recomponiendo su figura, ejecutando la herencia. Acompañados ya de sus nietos. Sólo había pasado esto antes con Edith Piaff, que dejó a tantas Edith Piaffs a su muerte. En el cine, por ejemplo, Johnny Hallyday fue un actor imposible porque no podía sino interpretar a Johnny Hallyday. Lo era, desde luego, en la estupenda El hombre del tren (2002): en cuanto lo veías bajarse en la Estación de Annonay, con su aire de fugitivo, con su petate y su atuendo de gangster añejo, aquejado de migrañas y en busca de un golpe otoñal y provinciano, haciendo de escudero del profesor (del Quijote, una vez más) que interpretaba Jean Rochefort, pues reconocías a Johnny. O en Mischka, del mismo año, en la que directamente se aparecía como el ángel Johnny Hallyday; Hallyday en persona, que descendía colgado de un cable desde un helicóptero para auxiliar a un hombre varado en una autopista. Johnny Hallyday estaba obligado a ser el rockero, el rockero nacional, como Johnny Hallyday; pero aquí se produjo un malentendido, también nacional o incluso internacional, porque bajo el rockero oficial había otra verdad: un cantante melódico, un romántico radical, un niño triste: el niño Jean-Philippe Léo Smet, abandonado por sus padres. El vínculo entre rock & roll y melancolía es fundamental. Una balada que se precie es heavy. Hay incluso quien sostiene de Elvis, que todo su personaje y toda su carrera constituyeron un intento de superar el trauma, el sentimiento de responsabilidad que le embargaba porque su hermano gemelo, Jesse, hubiera nacido muerto media hora antes que él. Hace nueve años, Johnny Hallyday grabó con Loquillo «Cruzando el paraíso». Loquillo, que también quería ser un Johnny Hallyday. Le escuchas ahora a Johnny Hallyday decir los versos de la canción y parece un diálogo fraterno con Johnny Hallyday: «Es tan fácil dar,/ sin pensar en uno mismo,/ vayas a dónde vayas,/ encontrarás espejismos./ Somos tan iguales/ y a la vista tan distintos,/ yo bajando a los infiernos y/ tú cruzando el paraíso... Nada permanece/ todo se desvanece,/ sé que ni puedo quejarme,/ trataré de no engañarme./... Me sobraba vida para darte,/ fotogramas que olvidé al revelarte,/ ahora ya es demasiado tarde,/ qué difícil es, qué difícil es... Para ti la vida que te lleva/ para mí la vida que me quema/ tenías tanto que aprender y/ yo tanto por demostrar, por un instante,/ la Eternidad». Johnny Hallyday era del 41. Los nazis ya llevaban un año profanando París. El primer festival de rock & roll en Francia fue en 1961. Los Johnnys -incluido él- tenían veinte años y, en lo de los fotogramas, corría la Nouvelle Vague. Francia abandonaba la cuaresma. El país se desencuaderna, se reinventa, se revoluciona. Y por esto, Johnny Hallyday ha sido tratado como una cuestión de Estado. A la altura de la muerte de Jean d'Ormesson.

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