Lo de la llamada 'ley trans' es algo que amparándose en el señuelo de la regulación de desajustes de la naturaleza biológica, y cromosómica, de ... los seres humanos, termina por ser una manipulación de lo que se podría entender como una vuelta de tuerca de las prácticas del doctor Mengele, tanto por la inducción hacia la eugenesia, bajo el paraguas del laxo concepto difundido sobre la identidad sexual, como por la mutilación infringida sobre el propio cuerpo, a voluntad de unos adolescentes cuya inmadurez es algo indisociable de su edad, y por tanto incapaces de valorar el resultado de los experimentos que esta legislación propugna. Y que, encubiertamente, trata de imponerse no sólo sobre unos menores de edad, niños desorientados y confundidos por propagandas manipuladoras –que se vuelve moda con todo la carga de frivolidad que ello comporta–, sino por un desquiciamiento que promueve leyes que quiebran la responsabilidad y los derechos de los progenitores sobre sus propios hijos (que ya adelantó la embajadora Celaá). Eludiendo asimismo cualquier análisis médico o jurídico que puede determinar, con sensatez y conocimiento científicolegal, lo que puede ser exclusivamente una ventolera derivada de inducciones del entorno social. Y metiendo en el mismo saco tanto los verdaderos problemas de identidad sexual, como las desazonadas y frágiles conductas de unos púberes que no saben ni por dónde les da el aire. Toda esta barbaridad conceptual pretende disolver la idiosincrasia de los ciudadanos en aras a crear un manipulado rebaño, siendo ese el único y oscuro fin de todas estas acciones, arropadas por el señuelo de un nuevo diccionario de términos que rellenan fútiles discursos políticos y medios de comunicación. De tal modo que, lo queer, la disforia o lo de nacer en un cuerpo equivocado, son, no diagnósticos médicos, sino dogmas, como si nos gobernara Xi Jinping y por ello sin disidencia alguna posible.
La desasosegante herencia de problemas psicológicos, sociales, familiares y sanitarios, que pueden llegar a derivarse de estas aberraciones, es imprevisible, y más si se produce un arrepentimiento ya que la reversibilidad no es posible. Claro que ese daño, que con toda seguridad se dará, dejará impunes a los insolventes mentales que las promueven, siendo las familias, los propios afectados y la sanidad pública, los que tendrán que asumir el daño infringido tanto individual como colectivamente; sin que nadie rinda cuentas por un desvarío que ha confundido la democracia, con un basurero empapado de inmundicia ética y legal, y que está siendo manipulada como un cardumen desorientado.
Se legisla como si la política fuera una tómbola en la que el eslogan es «siempre toca, si no es un huevo es una pelota». Por eso ahora y por los mismos vericuetos –etarras a cárceles vascas por votos–, se manipula con la sedición, gravísimo delito que de materializarse su infame reforma legal, quedará en un quítame allá esas pajas.
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