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Incongruente

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Editorial ·

Carece de sentido democrático dar la Presidencia a la primera fuerza del Congreso sin más mientras el Parlamento ha de legislar al menos por mayoría simple

Viernes, 12 de julio 2019, 10:45

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Las dificultades para sumar los escaños que aseguren la investidura de Pedro Sánchez, después de las vicisitudes que siguieron a los comicios generales de 2015 y 2016, han hecho que los mismos protagonistas del impasse político desvíen sus preocupaciones públicas hacia los déficits que presentaría el artículo 99 de la Constitución a la hora de que el Parlamento elija al nuevo presidente. Lo mismo está ocurriendo con los enredos y las dilaciones autonómicas en la designación de quienes piloten los gobiernos territoriales: sus actores prefieren fijarse en que la normativa de otras comunidades les hubiera facilitado la tarea, en vez de hacer frente a su propia responsabilidad política. El candidato socialista a la investidura propuso ayer una modificación constitucional que permitiera desatascar la situación concediendo, en última instancia, al partido que contase con más escaños la potestad de hacerse con la presidencia del Gobierno. Ello al tiempo que afirmaba que lo que «no funciona» es el «método» de la negociación postelectoral, refiriéndose a todas luces a su infructuoso diálogo con Pablo Iglesias. Pero ni los cambios que cabe introducir en la legislación relativa a la investidura del presidente, ni los procedimientos que se empleen a partir de ahora para procurar una mayoría parlamentaria suficiente, pueden resolver los problemas derivados de la falta de entendimiento y de confianza en las relaciones políticas, y de la colisión de intereses partidistas. Entre otras razones porque toda modificación legal o procedimental generará nuevas dificultades a medida que varíen las condiciones -el panorama parlamentario- sobre las que se apliquen. La propuesta de Pedro Sánchez resulta, además, incongruente desde el punto de vista constitucional. Porque carece de sentido democrático la pretensión de disociar de esa manera el acto de investidura de la acción de gobierno a que da paso; hasta el punto de que permita alcanzar la presidencia del Gobierno al candidato de la primera fuerza del Congreso, mientras éste debe legislar cuando menos por mayoría simple. Ello liberaría a la formación que obtuviese más diputados que cada una de las demás de la necesidad de conformar una mayoría parlamentaria mínimamente duradera, concediendo carta de naturaleza a legislaturas inestables y a la gestación de mociones de censura. Es seguro que, al formular su propuesta ayer, Sánchez pensaba en los 123 diputados socialistas. Pero, de aplicarse su idea, también podría darse el caso de un candidato que contara tan solo con una veintena de escaños para ser investido, con tal de representar al primer grupo parlamentario.

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