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Miércoles, 22 de noviembre 2017, 00:03
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Maduro afirmó este mes, en su habitual tono militante y ardoroso, que el país «paga hasta el último centavo de su deuda externa», al tiempo que anunciaba que iba a proceder a una completa reestructuración de la deuda externa, lo que supone renegociar el calendario de vencimientos y una quita en el montante de la deuda. Pocos días después, la realidad ha vuelto a desmentirle y el país podría acabar en suspensión de pagos. Venezuela tiene una deuda total cercana a los 150.000 millones de dólares (unos 128.000 millones de euros), lo que representa pagos anuales en torno a los 8.000 millones de euros. La economía venezolana está completamente hundida y sumida en la recesión; el petróleo es su principal fuente de ingresos, que se han reducido por la caída de la producción y del precio en los mercados internacionales. Los ciudadanos soportan una escasez generalizada, que se vuelve dramática en lo que se refiere a medicamentos y alimentos, y una inflación superior al 600%. No es calumnioso atribuir al Gobierno la mayor parte de la responsabilidad de esta crítica situación.
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