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Ilusión

SYLVIA SASTRE

Lunes, 14 de enero 2019, 23:49

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El año naciente parece un año incierto; quizás lo sea tanto como los antecedentes, pero el ajetreo vivido a lo largo del 2018 y la creciente inestabilidad institucional puede aumentar la zozobra ante el futuro que abre.

Lo sucedido a lo lago del 2018 y el anuncio de alguna medida para el 2019 va mostrando un atisbo que, quizás, configure la realidad naciente. Por ejemplo, parece buena noticia la subida prevista del salario mínimo y pensiones, el reto será hacerlo sostenible para las mermadas arcas de un país cuya curva de envejecimiento asciende.

Según el CIS, el segundo motivo de preocupación de los españoles es la creciente desconfianza política con degradación de la relación entre electores/elegidos; no es buena noticia que los responsables del timón estatal carezcan de ella, pero pasa factura la trayectoria en la que la moderación tiene mala fama y la ira se confunde con valentía. Aumenta el euroescepticismo en el albor del 2019 que será un año de elecciones en municipios de todo el Estado español, en buena parte de autonomías, en Europa y, quizás, estatales; se auguran cambios importantes en distintos escenarios políticos y las normas que se aplicarán a la ciudadanía.

Entre todo, se oyen otros «ruidos». La violencia de género se ha cobrado 47 víctimas femeninas (reconocidas oficialmente) o hasta 8 más, a manos de quienes las «querían» o de agresores machistas, dejando otras 230 víctimas a veces olvidadas: los huérfanos. Una lacra persistente.

Sobre ello, planea en el futuro del incipiente año la dignidad y responsabilidad de nuestros menores que son el relevo generacional. No solo son víctimas de la violencia de género contra sus madres, sino que reciben agresiones directas; por ejemplo, en Francia cada semana mueren 2 niños por golpes o torturas, se denuncian 200 actos de violencia y 20 violaciones contra ellos por día, de lo que solo se condena el 2%. Los menores son protagonistas en la inmigración continuada hacia Europa desde 2014 por guerras, represión política o crisis económica en sus países de Oriente Medio, Afganistán o Africa subsahariana, arriban a millares a costas y fronteras, unos depositados por sus padres para un futuro mejor, otros huérfanos a lo largo del camino; en suma, un número creciente de pequeños aislados en busca de un mundo solidario que, demasiadas veces, acaba infringiéndoles heridas físicas y mentales en un futuro caótico a manos de desaprensivos y traficantes. Quizás la solidaridad deba ser de origen y no de destino que, aún queriendo, puede ser insostenible. Su abismo está lejos del sentido por los afortunados menores norteamericanos cuando su profesora les explicó que los personajes y magia navideña no existen, la diferencia es que a la profesora la sancionaron y despidieron por romper con la ilusión infantil, y olvidamos tomar medidas que protejan a los que precisan fraguar un reservorio de dignidad y salud personal para darnos el futuro que esperamos.

Feliz y sereno año 2019.

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