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NI MÁS, NI MENOS: IGUALES

Gracias por encarnar, en primera persona, este 8 de marzo para ayudarnos a ser ni más, ni menos: iguales

ANA VICTORIA DEL VIGO

Martes, 5 de marzo 2019, 07:27

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Tengo que reconocerlo: no sé quién me cabrea más, si quien manifiesta abiertamente no creer en la igualdad, o quien dice creer firmemente en ella pero no hace nada por conseguirla. Y es que el concepto de igualdad parece estar de moda, pero el hecho es que resulta comúnmente aceptado que las mujeres tengamos que sortear diversas zancadillas a lo largo de nuestra vida social y laboral.

Es más, hay incluso alguna corriente política en auge nutrida por hombres -y asombrosamente también mujeres- que consideran que acaparar el 60% del desempleo, cobrar un 22,7% menos que los hombres, asumir tan solo el 39% de los puestos directivos, acaparar el 72% de los contratos en puestos no cualificados o solicitar el 94% de las excedencias para el cuidado de familiares es incluso normal. Una circunstancia casi entendida como justicia divina, que debe perpetuarse por los siglos de los siglos.

Probablemente, buena parte de ellos sólo entienden la igualdad desde el miedo a dar por finalizada su particular tiranía doméstica. Cierto es que no hay más sordo que el que no quiere oír, por lo que prefiero seguir el ejemplo de la célebre Rosalía, y no perder ni un minuto en volver a pensar(los).

Por el contrario, este 8 de marzo me gustaría apelar a la gran mayoría de mujeres y hombres que creen, en esencia, en la igualdad, como medio y fin mismo y están dispuestos a que así se predique de sus actos; y a aquellas otras mujeres que, aun sabiéndose en desigualdad y en territorio hostil, eligen pelear mediante pequeños actos cotidianos. Quiero reconocer igualmente a nuestros delegados y delegadas que dan la cara cada día en la empresa para denunciar ante sus superiores -la mayoría hombres- injusticias con base de género. Y a las mujeres jóvenes que llenan mayoritariamente las aulas con la esperanza de que su tesón les permita acceder, como sus compañeros, a un trabajo digno y a una autonomía económica; y a las más mayores que, conocedoras del difícil y largo camino a recorrer, se plantan y deciden alzar la voz de la experiencia.

A todas y todos ellos, gracias por apostar por la igualdad y no por la diferencia. Gracias por encarnar, en primera persona, este 8 de marzo para ayudarnos a ser ni más, ni menos: iguales.

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