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ALONSO CHÁVARRI
Martes, 22 de mayo 2018, 23:28
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Ahora que continúa el debate riojano sobre la ILP de Protección de Animales, llama la atención que tengan tanto predicamento las tesis de los animalistas, que parece haber hecho suyas la izquierda riojana. Bien pudiera decirse aquello de «nunca tan pocos llegaron a conseguir tanto». Parece que hay dos frentes encontrados: por un lado, la derecha de los populares que defiende los intereses de ganaderos, cazadores, pescadores, taurinos y otros; por otro lado, la izquierda y, tal vez, Ciudadanos, que hacen suyas, más o menos, las tesis de los animalistas en cuanto a la protección de los animales.
La primera impresión es que la izquierda y, tal vez, Ciudadanos, han hecho un mal negocio electoral defendiendo esas tesis, a mi parecer, excesivas. Siempre me ha parecido un exceso el pretender tratar a los animales como si fueran personas. Es cierto que ya no estamos en la época franquista, de mi infancia de niebla, en la que era un entretenimiento la barbarie de cazar vivos a los zorros para que los matasen los perros en el frontón, o dar los cachorros a los niños para que los arrojasen al río; pero pretender que los animales tengan derechos que no tienen todas las personas, me parece un disparate.
El gran error, desde mi punto de vista, de los bienintencionados animalistas es considerar la vida animal desde el prisma humano. Lo que es bueno para nosotros no tiene por qué ser bueno para un animal. Por ejemplo, el baño o la ducha son buenos para los humanos -aunque hay quien mantiene que el exceso de higiene, sobre todo en los niños, elimina la capa ácida que protege de muchas enfermedades- pero no les gusta a los perros, salvo a alguna raza especial; los perros, prefieren desparasitarse revolcándose en el barro y en la basura; también los olores de materia orgánica en descomposición nos ofenden a las personas, mientras que a los animales les encantan y suelen rebozarse en ellos. Sí, a veces pretendemos mejorar la vida de los animales y les hacemos la puñeta. Además, ¿dónde está el límite de la protección a los animales? Puede parecer evidente que hay que proteger a las mascotas pero, ¿hay que proteger a las ratas?, ¿y a las cucarachas?, ¿y a las polillas?, ¿y a las termitas que destrozan nuestras casas de madera?, ¿y a los mosquitos?, ¿y a las bacterias que nos producen enfermedades? ¿Dónde ponemos el límite? ¿Quién dice dónde hay que ponerlo? Y, si hacemos gastar dinero a los productores para mejorar el bienestar animal, ¿por qué permitimos la competencia de productores extranjeros a los que no obligan a ese bienestar?
Es muy bonito preocuparse por los animales, pero, si hay que gastar dinero público o privado en esa excesiva protección, mientras hay personas sin derecho real a la vivienda o al trabajo, me parece un despropósito. Ningún animal debería vivir mejor que las personas y, mucho menos, tener derechos que las personas no tienen. Y los políticos deberían saberlo, antes de aprobar leyes que se puedan volver contra ellos y que nos puedan hacer pasar vergüenza. Propia o ajena.
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