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Domingo, 26 de noviembre 2017, 23:23
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No es infrecuente que una biografía política que comienza de forma respetable termine en el descrédito. Robert Mugabe, primer jefe del Gobierno y luego único presidente de Zimbabue desde la independencia definitiva del país en 1980, ha pasado en estos casi cuarenta años de ser un patriota respetado por su conducta y su perseverencia en el combate anticolonial a acabar como un dictador que se ha mantenido con el uso de la fuerza y ha acabado siendo destituido por las Fuerzas Armadas. Aunque técnicamente lo sucedido puede ser tildado de golpe de Estado, hay un consenso internacional que justifica la acción de los militares que han actuado con energía pero sin violencia, por ahora, y cuya acción está siendo ampliamente respaldada por los ciudadanos. A sus 93 años, el presidente pretendía seguir siendo reelegido como jefe del partido histórico de la independencia y las ambiciones de su esposa, Grace Mugabe, de sucederle en el poder desencadenaron la intervención militar tras la destitución del vicepresidente Emmerson Mnangagwa. No supo retirarse a tiempo el antiguo líder por la libertad nacional y ha acabado depuesto y denigrado, como suele suceder con los tiranos.
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